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La alfombra roja es la alfombra roja

16/02/2024
 Actualizado a 16/02/2024
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Mucho del acervo cultural contemporáneo nos viene importado de Estados Unidos. Aunque no nos guste y aunque echemos pestes contra los yankis, salvo que vivamos en Matavenero cultivando hierbas para beber, comer o fumar; casi la totalidad de lo que consumimos culturalmente es ‘made in USA’.

La música, el cine, los concursos, las series… las ‘compramos’ del otro lado del atlántico y ahora ya hasta es ‘tradición’ celebrar el ‘jalogüin’ en coles y en familia, como si nuestros abuelos hubiesen ido ya en su momento gritando «truco o trato» por las calles de nuestros pueblos, e incluso los niños celebran graduaciones de infantil, como en las típicas películas de adolescentes americanos.

Tradiciones muy nuestras como la de recordar a nuestros difuntos el día de ‘Todos los Santos’, llevando flores a los cementerios, van perdiendo poco a poco su presencia y hasta los Reyes Magos deben vigilar muy de cerca al gordo de Santa Claus, porque poco a poco les va ‘comiendo la merienda’ con eso de que, el muy aguililla, llega justo al comenzar la Navidad, en lugar de esperar al final, cuando ya estamos algo cansados de celebraciones y nos asomamos con preocupación a la cuesta de enero.

Dentro de esa importación de tradiciones, una que nos encanta y nos resulta imposible resistirnos, es cualquier evento en el que haya una alfombra roja y un photocall donde hacernos una foto para subir al ‘Face o al Insta’. Cuanto más exclusivo sea, mejor, así nos aseguramos de que el común de los mortales que se asoma a nuestras redes sociales rabie de envidia con lo bien que nos va a nosotros y lo mediocre que es su vida. Gozar nosotros y fastidiar al prójimo, nos encanta.

Si hay un lugar en el que la alfombra roja tiene un protagonismo especial es en la entrega de los premios Oscar y como aquí no vamos a ser menos, tenemos nuestra alfombrita roja en los Goya, donde el mundillo del cine español se cita para darse premios los unos a los otros, independientemente de que alguna de las películas las haya visto menos gente que el equipo que las realiza.

En esta edición, la ceremonia de los Goya se trasladó hasta Valladolid, y nadie con la más mínima capacidad de influencia en la comunidad ha dejado pasar la ocasión de ponerse un esmoquin con pajarita o un vestidazo tipo Nochevieja, para ser parte del glamur que da aparecer en el cine o en la televisión. Los hubo incluso que, para hacerse notar aún más, se pusieron hasta chaqueta blanca, por si algún fotógrafo se despistaba. Da igual el fan, que el que critica a los actores españoles calificándoles de «titiriteros», si en un momento dado podemos sentirnos parte de ese faranduleo.

Y mientras eso sucedía y alguno satisfacía su vanidad entre flases y canapés, el dolor de un velatorio rompía las familias de los dos guardias civiles asesinados por unos cobardes narcotraficantes. Guardias civiles que no merecieron ni el gesto de una ausencia del presidente del Gobierno a esa alfombra roja.

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