20/05/2024
 Actualizado a 20/05/2024
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«Solo le pido a la vida algo de paz» escribía Ósip Maldeshtam, el poeta ruso represaliado por Stalin y desterrado a los Urales, cuando, en 1934 escribió aquella oda contra el dictador en la que le llamaba: montañés del Kremlim. Algo de paz piden hoy miles de estudiantes en todos los campos universitarios ante el ensañamiento de las tropas de Israel contra la población de Palestina. Algo de paz necesita el mundo, un mundo en cuyos oídos aún retumban los cañones de la Segunda guerra mundial y la amenaza de las armas atómicas de destrucción masiva.

Eso mismo pedimos hoy muchos de los poetas vivos, sobre todo aquellos cuya voz se forja en el sufrimiento, como escribiera también. aquel ingenio de las letras rusas. Y es que ya está bien de guerras y más guerras, amenazas y amenazas, bombas y más bombas, destrucción y más destrucción. ¿Es que los humanos no aprendemos nunca? ¿Es que tendremos que reconocer abiertamente la falacia de toda ideología, de toda religión, de toda humanidad? Porque, hasta ahora, al menos un poeta tenía la opción de oponerse abiertamente a la opresión, al engaño, a la estulticia de sus gobernantes, aunque fuera a costa de su identidad. 

Muchos sucumben al comportamiento presuntamente «normal», como aquel Iván Ilich, de Tolstói, del que se hace lenguas nuestro Luis Mateo cada vez que le preguntan por los libros que más han influido en él. Escribe Tolstói que aquel alto funcionario tan honesto, llegó un momento en que «Dejó atrás todos los entusiasmos de su niñez y mocedad, de los que solo quedaban restos, y se había entregado a la sensualidad y a la soberbia, y por último, como en las clases altas, al liberalismo, pero siempre dentro de determinados límites que su instinto le marcaba puntualmente»

Necesitamos vivir esta gloriosa primavera . Nos lo merecemos. Necesitamos vivirla «como un escalofrío» como dice A. Machado en su poema «Recuerdos» cuando escribe, pensando en Soria, desde Andalucía: «Primavera, como un escalofrío, / irá a cruzar el alto solar del romancero / ya verdeará de chopos las márgenes del río».

El mundo, este mundo, necesita un poco más de paz y, por qué no decirlo, también un poco más de poesía. Sobre todo ahora, en esta maravillosa época del año, cuando regresan las cigüeñas y las golondrinas. Y los libros. Y si la política nos arrastra, como ahora en Cataluña, a la desorientación extrema, vivamos la primavera, aunque seamos poetas «de pacotilla» como dice H.M. Enzensberger en ‘El hundimiento del Titanic’ cuando el pintor de ‘El rapto de Suleyka’ anota: «Soy de pacotilla». Ya somos dos.

 

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