Algunos motivos que erizan la piel

21/06/2024
 Actualizado a 21/06/2024
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El 28 de mayo el Gobierno reconoció el estado de Palestina. El mismo día hablé con Vladimir, Needa y Manizha. Con toda su generosidad me contaron su historia en un espacio donde reinaba la tranquilidad y se respiraba el aire que fluía con un viento de convivencia llevándose hasta el mal humor. Nunca me olvidaré de la sonrisa resplandeciente de Vladimir, de sus ojos azules y preciosos y de sus ganas de ser feliz. Parecía serlo profundamente. No olvidaré tampoco el gesto de terror de Needa al imitar a sus hijos en el aeropuerto de Madrid, cuando escucharon por primera vez un avión que no estaba dispuesto a bombardear y quemar vivos a sus vecinos, sus amigos, su familia.

Pero me sorprendió, sobre todo, la historia de Manizha. Su historia, su carácter, su actitud, su paciencia a la espera de la traducción. Me sorprendió el bajo volumen del que hacía uso para hablar de su vida, de sus experiencias; casi un susurro para relatar una huida por la que se debería gritar. Con sólo veinte años, tenía las ideas tan claras que me hizo sentir igual de pequeña que Pulgarcito. Me sorprendió su ambición por ser piloto y su justificación. «Sería la sensación más sublime de libertad», me dijo. Se me erizó la piel.

Por otros motivos se me erizaba ayer. Un pleno desalojado, firmas en contra de la llegada de unas personas tan desconocidas como su contexto. Insultos, improperios, maldades teñidas del color turbio de la política encarnada en una voz que se cuestiona los antecedentes de quienes vienen, sin reparar en los de quienes tiene alrededor. Había saña e inquina en Villaquilambre; traducida en cuerpos enfurecidos y algunos rostros de incomprensión. Un terror infundado se hacía presente, síntoma de las mezquindades de una sociedad. Y así se convierten unos cuantos vecinos en culpables de dejarse llevar por una corriente ideológica que busca añadir líneas a su panfleto. Se convierten en un punto de una larga lista sobre lo que protestar. Sin empatía, sin solidaridad; como la que falta ante la llegada de pasajeros y necesitados visitantes. 

Quizá se olvida que esos visitantes son individuos como Needa, Vladimir y Manizha; que son personas como cualquier vecino de Villaquilambre.Aunque hay quien no lo olvida y se presenta ante ellos con los brazos abiertos, dejando entrever que todavía, en alguna parte, quedan vestigios de humanidad.

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