18/06/2023
 Actualizado a 18/06/2023
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Poco antes de llegar al lago de Sanabria, en El Puente, se topa uno con la carnicería ‘El Puta’, sonoro mote que los herederos han retirado de la actual denominación, menos enfática. El origen del apodo parece relacionarse con las astucias de tratante de su fundador y en la zona se asocia la osadía del letrero que los anunciaba con la excelencia de sus productos.

‘Il Cavaliere’. Aunque nos vengan a la cabeza Trump o Bolsonaro, entre otros, fue Silvio Berlusconi el adelantado de una forma de gobernar que hoy se extiende como una pringosa mancha oleaginosa. Mentiroso, machista, soberbio, mafioso, intrigante, delincuente, grosero, populista, embaucador… todos estos calificativos mostrados y demostrados no le privaron de un éxito electoral recurrente y un protagonismo en la política de su país e internacional inverosímil antes de él, increíble si uno se para a pensar en lo que se espera de un gobernante. ‘Manca finezza’ fue una expresión que acuñó Andreotti a finales de los setenta para referirse a la falta de elegancia de la versión española de estos ‘condottieri’, tal vez por compararlos con tipos como Jesús Gil y Gil. Pero no había tanta diferencia. La ‘finezza’ de Berlusconi residía en su indumentaria y poses de Corleone aficionado, pero también prometía autobuses de putas.

Ahora que ha muerto muchos cantan sus alabanzas («el inventor de la Italia moderna» se ha dicho…) mientras otros hacen memes y risas a costa de sus años finales, convertido en la momia de su caricatura. Sin embargo su herencia le sobrevive: mandatarios y aspirantes zafios, ignorantes y reaccionarios, toda una caterva de imitadores sembrada a los cuatro vientos reproduce sus maneras y da pábulo a una forma de política en absoluto política. Estos días en España se negocia de la forma más burda la conversión en autoridades de un montón de estos secuaces; Berlusconi sigue vivo. No hay más que leer el pacto para el gobierno valenciano o cualquier diario de sesiones de las Cortes de aquí. La mancha se extiende.

Cuando la política no se decide en el terreno del raciocinio, sino en el mucho más enfangado de las emociones, cabe recordar que a il Cavaliere nunca le importó cómo lograba valer sus intereses ni cuáles eran los de quienes le votaban; líder de un partido hecho a su medida, como sus carísimos trajes, su objetivo era mandar a toda costa en ‘El pueblo de la libertad’, nombre de su coalición ¿les suena la idea?

También ‘il Cavaliere’ es un apodo. Aunque todos los poseedores de la italiana Orden del trabajo pueden utilizar ese título (completo es ‘Cavaliere del lavoro’), su sonoridad y abuso hacen pensar en una especie de nobleza o distinción personal y única. La orden se concede a quienes han tenido una «especial conducta cívica y social» en la materia y, con un máximo de veinticinco condecorados al año, hay más de mil ‘cavalieri’. A Berlusconi se lo concedieron en 1977 y tuvo que renunciar en 2014 antes de que le desposeyeran por condena judicial. ‘Il Cavaliere’.
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