Son los Aluches un deporte arraigado en lo más profundo del sentimiento leonés, no cabe duda, pero estamos asistiendo a su muerte, por demás de sobra anunciada. De nada sirven los esfuerzos de ‘La Nueva Crónica’, de la mano irrepetible de Fulgencio, para dar pábulo a todo lo que sucede en este mundo endogámico donde los haya, a base de kilómetros y de sus lecciones en cada crónica de cualquier corro de la provincia. Los aluches están a punto de morir de muerte natural, de una muerte, como digo, anunciada, como en el libro de García Márquez, y contra la que nada podemos hacer…
Los Aluches se han celebrado ancestralmente en la comarca que denominamos ‘Tierras de León’ y en la montaña oriental, con sus ríos como señal y que van desde el Cea al Torío. Pasado San Andrés del Rabanedo, nadie supo nunca (y hoy en día sucede lo mismo), que era un ‘Corro de Aluches’. Ni en el Órbigo, ni en Astorga, ni en La Bañeza, ni en Santa María del Páramo, ni en Valencia de Don Juan y mucho menos en el Bierzo, supieron de su existencia; y si la conocían, la obviaban o la despreciaban. Con tal escaso caudal de posibles practicantes, ha sucedido que ni salen luchadores en la medida necesaria para asegurar la continuidad del deporte y, lo más importante, su público incondicional se va muriendo y ya casi no quedan espectadores. Como ejemplo, este año, al corro de Villaquilambre asistieron doscientos; y hablo de un lugar mítico, cuna de alguno de los mejores luchadores de todos los tiempos: Felipe León o Cayo de Celis, nombres que resuenan en nuestra memoria como semi-dioses en este deporte. Como anécdota, y Ful se acordará, el año que ETA mató a Miguel Ángel Blanco, justo ese día, en el corro de Villaquilambre había un lleno hasta la bandera y la Federación de Lucha Leonesa, por su cuenta y riesgo, guardó un minuto de silencio por su memoria, antes de que el Gobierno lo hiciera obligatorio. O aquel otro año en el que se retiró, ese día y en ese lugar, otro luchador imborrable, Toño ‘el de Santibáñez’, harto de que los árbitros de la montaña siempre pitasen a favor de su rival de toda la vida, Ernesto el de Argovejo. Esa tarde, en Villaquilambre, bien podría haber dos mil personas asistiendo al espectáculo… De aquello, a doscientas, da una idea del desarraigo progresivo de la gente a su afición de toda la vida.
No; no me vale que en Prioro y en Riaño siga habiendo unos corros espectaculares, hasta los topes de luchadores y de público: son la anomalía, la excepción, en una realidad pesada y demoledora. En Sahechores, por ejemplo, el año pasado éramos cuatro gatos (exagero, lo sé), nada comparable a los corros que se organizaban en este pueblo de la ribera del Esla hace diez, quince o veinte años…
Los luchadores actuales, los verdaderos protagonistas de los Aluches, son tan buenos como lo fueron en su día Juanito Hidalgo, David el de Barrillos, Clemente o Héctor. Creo, incluso, que están mejor preparados física y técnicamente que todos sus antecesores. Pero son pocos y antes de empezar el corro sabes, salvo catástrofe o lesión, quienes ganarán. No, ellos no son el problema. El verdadero intríngulis del asunto es que la Federación y la Diputación no han logrado que la Lucha Leonesa traspase las fronteras comarcales que hace unos párrafos demarqué. Y da la casualidad que, salvo la capital y su alfoz, todos los pueblos con más habitantes de la provincia están más allá, como Móstoles, de ese telón de acero que estrecha, de manera agobiante, a los Aluches.
Encima, la Federación actual, se ha vuelto loca y organiza unos corros que pueden durar cuatro o cinco horas, como si este deporte fuera como el cricket o el béisbol, dónde los partidos puede durar mucho más tiempo del razonable para que el público no acabe hasta los cojones de ver tirar la pelotita… Está muy bien lo de la igualdad entre hombres y mujeres, no cabe duda, pero meter a las chicas en el mismo corro que a los hombres es convertir un corro en lo más parecido a una semana sin pan en los tiempos de hierro, después de la guerra.
No recuerdo si os he contado una vez que en que Verduras, Don Miguel, organizó una exhibición de Lucha Leonesa a unos elementos que estaban sacándose el título de manager de ciclismo: fue en el hotel que queda encima del seminario y resultó un éxito. Tendríais que haber visto a Viñuela, a Héctor, a Clemente, realizando, a cámara lenta, cadriladas, dedillas o sacando a vueltas. Uno estaba a lado de Julián Gorospe, un mito de la bici, que al acabar la juerga va y me dice una frase que no olvidaré en mi vida: «Si este deporte lo hubiéramos inventado los vascos, acabaríais hartos de verlo en la televisión». Pues eso…, ellos son así y los leoneses unos «Juan cojones» que no sabemos lo que tenemos entre manos. Salud y anarquía.