Me gustan los ilusos. Los que, como explica la RAE, son «propensos a ilusionarse con demasiada facilidad sin tener en cuenta la realidad». Si tuviéramos en cuenta la realidad, casi no haríamos nada de nada, excepto visitas regulares al supermercado. Así que ¡vivan los ilusos!, y ojalá yo pueda ser una de ellos.
Lo que hace un iluso es crear donde no hay nada, sacarse de la manga algún truco para que la realidad no le acaba aplastando como a un mosquito que nunca voló a ninguna parte. Los hiperrealistas (y no hablo de Antonio López) son los que dicen: ¿pero tú qué te crees?-no vas a conseguirlo-¿eres un poco inocente, no?-¡pues vaya ocurrencia!-eso no le interesa a nadie- y cosas del estilo.
Pero el iluso siempre mira a la superluna y le parece pequeña. ¿Quién iba a pensar que a León vendrían escritores como Amélie Nothomb o Paul Auster para recoger un premio que no supone un duro más en el banco? Únicamente los esforzados ilusos del Club Leteo, encabezados por el poeta Rafael Saravia, que este fin de semana premiarán a la dramaturga Angélica Liddell. ¿Y quién apostaría por hacer de la creación de microesculturas su curro? Pues el miniaturista Marco Navas, que inauguró ayer la exposición ‘Narrar sin palabras’ en la sala de exposiciones de la Fundación Alvargonzález de Gijón.
Y estos son sólo los alunados de esta semana. Menos mal que existen para poder seguir creyendo en que la pasión es una fuerza que transforma.
Alunados ilusos
19/11/2016
Actualizado a
15/09/2019
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