Un ramillete de promesas de otoño cuajaba el césped seduciendo las miradas de los transeúntes. Nos salían al paso el domingo pasado en el Puerto de Vegarada. Dicen que en los pastos montañosos el otoño llega con anticipación, seguro que por eso las vimos. Las llaman las alzameriendas porque emergen milagrosamente de la nada, sin tallo, ni hojas, largos pétalos morados y un penacho de estambres emergiendo del pecho. Aferradas al suelo y desparramadas al viento como si no tuvieran más origen y destino que ser heraldos de un acontecer.
Como esas banderitas multicolores que exhiben al viento su liviandad estival con aroma de fiesta. Bailando al meneo del viento que las besa y embelesa. Estos días, las han colgado para adornar mi pueblo, que hoy celebra su día grande, San Bartolomé, o ‘San Bartolo’, para los vecinos de La Estación de Matallana, por mucho que el señor cura lleve años reclamando el nombre evangélico. Desistir resignado le tocó del empeño. La tradición demanda constancia en la palabra y en los eventos. Como el de esta tarde: concentración de Peñas en la plaza. Cada una con su camiseta corporativa. Me gusta el nombre de la mía: «la unión hace la juerga». Llegados desde distintos pueblos: Matallana, Naredo y Robledo de Fenar , Robles de la Valcueva, Pardavé, Serrilla, La Valcueva, Villalfeide, Orzonaga y también los del Barrio de San Lorenzo, que aunque en la Wikipedia no aparezcan como pueblo del Municipio en la división administrativa, bien lo merecen por las ganas que le echan a todo lo que por estos lares acontece.
Apiñados en el exterior de las piscinas, desde donde procesionaremos con la charanga ‘Pacharaga’, al ritmo de trombón, saxo y demás metales petardeados por el bombo. Prometedor. Remolinos de gentes que deseamos unirnos en torno al festejo del verano. Celebrar y brindar por la vida que no se agota; pese a los que se fueron, pese a los que no podrán acompañarnos. Acunados por las miradas ilusionadas de los más mayores, que recordarán aquellos festejos de meriendas en la pradera, o de guateque en la disco, o de terraceo en aquel único pub del pueblo, aunque ahora hay bares, y unos cuántos.
Y los niños, que al pasar por la carreterina que va a la escuela, mirarán a lo lejos, acaso con el recuerdo del olor a nuevo de los libros recién forrados o tal vez con fastidio por esas tardes oscuras de invierno cerrado sobre el cuaderno de cuentas y letras. ¿Habrá ganas del retorno al ‘cole’? Pero hoy es fiesta, y luego toca el bollo preñao a cargo de la Comisión de fiestas, en colaboración con la asociación. Y después verbena, con orquesta. Así que alcemos las jarras, las copas, las meriendas, la vida, y lo que se tercie…