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Los amigos del difunto

16/02/2025
 Actualizado a 17/02/2025
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A las 12 horas de esta mañana se celebra en la ciudad de León algo parecido a un ensayo de funeral por la provincia. Otro. Oficia la eucaristía el Instituto Nacional de Estadística, cuyos informes ya se venían pareciendo desde hace demasiado tiempo a certificados de defunción. Acuden miles de personas junto a todo tipo de familiares, amigos, autoridades y demás representantes de la sociedad leonesa. Las diferentes comitivas irán llegando este mediodía a la plaza de San Marcos acompañadas por sus nutridos séquitos, reforzados para la ocasión por si la cosa se complica y algún exaltado entiende determinadas presencias como una provocación, para mostrar sus respetos por el finado y acompañar en estos difíciles momentos a los seres más cercanos. Los más afectados, por lo que parece, son los trabajadores leoneses que, a través de sus sindicatos, han organizado tamaño sepelio. En contra de lo que se pudiera pensar de una convocatoria sindical, no habrá condolencias por la nueva cotización de aquellos que cobran el salario mínimo profesional, que en esta provincia son casi 30.000, ni por la posible desaparición de la mutua de los funcionarios, que en esta provincia son casi 40.000, ni por el juego político con la revalorización de las pagas de los pensionistas, que en esta provincia son 140.000. Cargados de motivos ajenos e indudablemente también algunos propios, de argumentos tanto colectivos como particulares, son los mismos valientes quienes vuelven a poner a prueba su capacidad de convocatoria, a los que les gusta bastante, aunque no lo confiesen, acudir a funerales: a pesar del lúgubre ambiente, se puede aprovechar para repartir tarjetas de visita. Protestan esta vez porque no sirvió de nada la anterior protesta, tras la que malgastaron el apoyo recibido por los leoneses dejándose engañar por lo que terminó siendo exactamente lo que parecía desde el principio: una farsa llamada Mesa por León. Por si acaso, han vuelto a invitar a los mismos actores para que interpreten a los mismos personajes.

Entre los familiares más cercanos hay muy diversos tipos. Los más sentidos, sin duda, parecen los de la rama del leonesismo, familia cada vez más numerosa en la que, como pasa en todas, hay enfrentamientos poco velados y, como pasa en todas, unos son más normales y otros más raros. Bueno, en ésta la verdad es que raritos hay muchos. Hay parientes que desaparecen durante temporadas tan largas que ya les dábamos por perdidos pero siempre terminan apareciendo justo en los momentos oportunos. Muchos de ellos no daban señales de vida desde que se celebró el último entierro, hace ahora tres años, porque da la sensación de que a León le gusta enterrarse cada poco y calificarlo de «histórico». Vienen también otros parientes que no te explicas por qué no ves más a menudo y otros que, sin la necesidad de que pasen siquiera cinco minutos en su compañía, te lo explicas perfectamente. Incluso hay primos, por suerte muy lejanos para mí, que de todas las vocales sólo pronuncian la u y hablan con la lengua pegada al paladar. 

Ya desde hace tiempo, cuando el enfermo empezó a manifestar los primeros síntomas, los chafardeos se diferenciaban entre los que apuntaban a la mala suerte como causa principal del evidente deterioro provincial y los que, en cambio, responsabilizaban de la situación a las malas compañías, esos falsos amigos que se venden como solución pero, sin duda, son parte del problema.Su presencia en el entierro, como si fuera la última broma pesada que el destino le quisiera gastar al difunto, resulta tan innecesaria como cruel. Dicen que ellos lo que querían era ayudar pero al final, por muy dolidos que se les vea repartiendo pésames, parece que hicieron todo lo contrario. Como en todos los velatorios, los encuentros y reencuentros derivarán primero en murmullos y luego en conversaciones despojadas de cualquier tipo de luto sobre los más diversos temas: unos el soterramiento, otros la vía estrecha, la calefacción de los colegios, el precio de la remolacha, el impuesto a las terrazas y las rancias glorias del viejo reino. Un descomunal «¿Qué hay de lo mío?». No se espera la presencia de ningún berciano en las exequias, más allá de los cargos oficiales que, como buena parte de los políticos, acuden para así no resultar sospechosos del exitus del paciente. Al parecer, al otro lado del Manzanal no deben de hacer falta ni «más soluciones» ni «menos cuentos», lema que no parece muy apropiado en tierra de escritores. Desgraciadamente, el INE no entiende de literatura. 

Lo que dice también el INE es que el año pasado la provincia de León perdió a 3.666 españoles y ganó a 2.721 extranjeros. Todo hace indicar, pues, que los futuros leoneses tendrán otros acentos que no terminan precisamente en u. Algunos de estos últimos, considerados poco menos que tratamientos paliativos por parte de la extrema derecha, serán los que sirvan los vinines y las tapinas con los que, a la hora del aperitivo, muchos manifestantes ya se habrán olvidado de que se han manifestado, así que como para acordarse cuando sea la hora de votar. Incluso alguno, después del café ‘toreru’, puede que llegue a casa creyendo haber asistido a la declaración oficial de automía uniprovincial, cuando en realidad lo único que dijeron fue «podéis ir en paz».

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