Su seguridad es también la nuestra. Pero, aunque no fuera así, no hay justificación alguna para lo que ocurrió la semana pasada en Barbate. Es más, tampoco existe para lo que viene sucediendo desde hace años en relación a los medios con los que cuentan quienes deben protegernos de los delincuentes.
No creo que haya muchos sinvergüenzas que intenten esconderse tras el escudo de la mala suerte. Al contrario, es lamentable, pero lo que tenemos que hacer es dar las gracias por la fortuna de que no haya más desenlaces trágicos de este tipo, cuando perfectamente podría haberlos. La falta de medios ahora ha sacudido mortalmente a la Guardia Civil, pero sólo hay que tirar de hemeroteca para recordar las muchas noticias en las que se denuncia la inseguridad con la que tienen que trabajar también nuestros militares y policías. Vehículos del ejército sin un blindaje decente, armamento desfasado, falta de medios de transporte acorde con las necesidades mínimas para llevar a cabo sus actuaciones como ha ocurrido en Barbate o falta de elementos de protección personal tan básica como chalecos antibalas son algunas de las situaciones que nos deberían avergonzar como país.
Es triste, pero a los que se les debería caer la cara de vergüenza por ser su responsabilidad garantizar que estos profesionales puedan desempeñar su labor con ciertas garantías ni se inmutan. Eso sí, aviso a los oportunistas políticos. El desprecio con el que a veces se trata a militares, guardias civiles y policías no es exclusivo de un partido político en concreto. Lo explica sin rodeos el periodista Arturo Pérez-Reverte cuando a través de las redes sociales bramó: «Ahora todo serán condolencias, fotos y promesas; pero a los guardias civiles de Barbate no sólo los han asesinado unas bestias impunes con una narcolancha, sino también la pasividad y la cobardía de treinta años de ministros de Interior y de Justicia españoles». Lo asqueroso es que en unos días esos dos guardias civiles asesinados caerán en el olvido, aunque el dolor acompañará de por vida a sus familiares y amigos.
Eso sí, lo de la hipocresía de algunos es para hacérselo mirar. Saltan como hienas a reivindicar y denunciar ciertas injusticias, que no está mal, pero por arte de magia se convierten en ciegos y mudos. No pido por ejemplo que todos los presentadores y protagonistas de los Goya salieran con un tricornio a la gala, pero hubiera sido justo y de agradecer alguna mención a los dos guardias civiles asesinados el día antes. Ya saben, amnesia selectiva.