09/05/2023
 Actualizado a 09/05/2023
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Que las madres se merecen una jornada de homenaje en exclusiva, para recibir una parte del amor que ellas ofrecen a raudales y a diario, es una de las pocas cosas en las que la mayoría estamos de acuerdo.

También sabemos todos que hacerles el más lujoso de los regalos o colmarlas de atenciones el primer domingo de mayo y tratarlas mal o, aún peor, ignorarlas el resto del año no tiene ningún sentido.

La figura materna ha seguido una evolución a lo largo de la historia, como es lógico. Hace años era normal, por ejemplo, traer al mundo de cinco criaturas en adelante. Algo impensable hoy en día. Salvo excepciones, por supuesto. Tampoco antes era habitual que las progenitoras tuvieran otra ocupación fuera de casa, lo que les otorgaba más tiempo para compartir con sus retoños. Ahora los abuelos, las guarderías y los colegios les dan la opción de mantener una vida laboral y social. Así es, la sociedad está sometida a continuos cambios, gusten o no. Aunque en la actualidad no hay un día internacional de la madre,ya que cada país lo festeja en diferentes fechas, siempre se les ha rendido tributo.

Lo hacían los egipcios con Isis, los griegos con Rea o los romanos con Cibeles. Las veneraban como diosas Madres, celebraban banquetes en su honor. Con la llegada del cristianismo se empezó a honrar a la Inmaculada Concepción. Sin embargo, hay algo universal e inalterable; ese instinto que la sabia naturaleza concede a las madres. Una fuerza poderosa que las impulsa a amar a sus hijos, protegerlos y luchar por ellos de forma incondicional. A pesar de las diversas circunstancias que las rodeen o las múltiples formas en que cada una lo exprese.

Porque solo esas mujeres que han experimentado la maternidad saben lo que es crear una vida en las entrañas o dedicar su existencia a un nuevo ser a tiempo completo. Así que nadie más está en condiciones de juzgar sus reacciones y sus sentimientos. Les debemos respeto y admiración. Nada seríamos sin ellas.
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