Siempre habíamos escuchado aquello de «amor de verano, nube que pasa». El caso es que, ahora mismo, más que estación, el verano tiene pasillos. Y es que ya lo dijo John Paul Young, «Love is in the air» y también los Wet Wet Wet, «Love is all arround», e incluso los Beatles en su célebre «All you need is love», pero estos clásicos no dejan de ser canciones y sus títulos metáforas sutiles. De lo que no le cabe la menor duda a esta columnista, es de que el amor no está en un pasillo del Mercadona por mucha piña colada con la que queramos aderezarlo.
Los españoles seguimos conservando una picaresca digna de enmarcar, pero este último reto viral que se ha puesto de moda a través de las redes sociales convierte el arte de la seducción en algo muy cutre.
Cierto, no solo hablamos de amor, cada uno sabrá lo que busca, pero así no. Le quitamos toda la gracia. Ni me imagino lo que puede salir de estos encuentros de carros chocando a lo loco. Parejas rotas, amigos enfadados, malentendidos de pasillo, piñas y vinos despreciados por sus compradores que solo los habían utilizado como una excusa.
Indudablemente, los grandes beneficiados de esta tendencia son Mercadona y los proveedores de piñas de la cadena de supermercados. Ellos sí habrán hecho, literalmente, el agosto, a costa, por supuesto, de la incomodidad de consumidores y empleados que se topan, si compran a las 19 horas, cajas y superficies atestados de gente que solo busca marear frutas. Como bien dice mi queridísima amiga la escritora Nuria Viuda, si quieres ligar en público, ve a una librería. Como escenario, no hay color.
Y es que, no es lo mismo conocer a alguien comprando una botella de vino cutre en un pasillo lleno de carritos verdes chocando, que conocer a el/la susodicha cuando coincides con tu futuro al buscar la misma edición, por ejemplo, de los Cuentos de Hemingway. Y es que, lo que queramos recordar de nuestra vida, de nosotros depende.