Ustedes pensarán lo que quieran, pero nosotros, los anfibios, nos sentimos afortunados. En una temporada esta en la que, cuando se habla de presupuestos, todo se refiere al incremento de los gastos en armamento y en uniformes militares, a nosotros, los anfibios, nos ha tocado la lotería gracias a ese Consejero que, un día sí y otro también, siempre está en el ajo de las noticias y en el resplandor de las televisiones: 350 abrevaderos en la provincia de León, nada menos, van a ser mejorados y mantenidos para nuestra conservación. Bueno, las palabras son un poco más rimbombantes al definir el objetivo: preservación de la biodiversidad terrestre. Pero es lo mismo. Al fin y al cabo, es esos abrevaderos se refugia y se reproduce buena parte de mi especie. Allí, en medio del ganado, que menudo ganado el de hoy en día. Más de 240.000 euros se van a gastar en nuestra supervivencia, ahí es nada, con fondos de esos que llaman Next-Generation EU, que lo mismo valen para un roto que para un descosido.
Ya nos gustaría a nosotros, los anfibios, recibir las mismas o parecidas atenciones que se les dedican a los lobos, a los linces, a los osos e incluso al rey león y a sus ñoñas canciones. No, ni los cazadores ni los ganaderos ni ese Consejero quieren pegarnos tiros porque hemos dejado de ser estrictamente protegidos; ni somos una especie en riesgo severo de extinción que deba ser mimada; ni acuden turistas, que de todo hay, para observarnos con prismáticos cuando salimos de la hibernación; ni ha habido nadie que nos monte un espectáculo musical en la Gran Vía, un Nacho Cano de esos. No, si acaso el único de los nuestros que ganó fama fue Gustavo, el reportero dicharachero, pero hace tiempo que dejó los escenarios y casi ha caído en el olvido porque nadie lo ha colocado como protagonista de un vídeo-juego. No, sólo servimos para controlar plagas de insectos, cositas menores y sin importancia, como bien comprenderán ustedes, formados de sobra en pandemias, calamidades y gotas frías.