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Años de tinta y plomo

14/05/2022
 Actualizado a 14/05/2022
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Todos los reconocimientos y premios son importantes, pero en ocasiones hay matices que inexorablemente hacen que algunos tengan un significado especial. Esto es lo que ocurre con el ‘Premio Colmena’, que la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castila y León ha otorgado al Colegio Profesional de Periodistas de Castilla y León en representación de todos los profesionales periodísticos de la comunidad autónoma. Este galardón no entiende de fronteras y es un homenaje a todos los periodistas asesinados y amenazados por la banda terrorista ETA durante décadas en nuestro país.

Debería ser una obligación de todos, agentes políticos y sociales, impedir que caiga en el olvido la barbarie cometida por los asesinos de ETA, quienes contaron con la complicidad y colaboración de personas que eran y son tan fundamentalistas que los pistoleros etarras. Para más inri, a día de hoy algunos de ellos todavía se atreven a dar lecciones de libertad y de democracia. Por esta razón, los periodistas y los medios de comunicación siguen jugando un papel clave para visualizar los problemas que actualmente siguen teniendo las víctimas del terrorismo y colaborar en la construcción de una memoria colectiva, que permita que nunca se olvide el horror provocado por los terroristas de ETA y sus secuaces.

Uno de los objetivos del periodismo es contar lo que algunos no quieren que se cuente. Esto es precisamente lo que causó que durante décadas periodistas de todo el país estuvieran entre los objetivos de ETA. A todos irremediablemente se nos vienen a la cabeza los atentados fallidos contra primeros espadas de la profesión, pero detrás de ellos hay cientos de periodistas que fueron amenazados y coaccionados por el único delito de contar lo que estaba ocurriendo en esos fatídicos años de plomo.

En aquella época políticos, activistas y periodistas luchaban con la palabra contra las bombas y el tiro en la nuca. Eso sí, con otra gran diferencia. Mientras que los asesinos de ETA lo hacían escondidos tras un pasamontañas ellos lo hicieron a cara descubierta. Un simple trozo de tela es lo que separaba a los valientes de los cobardes. Unos expresaban sus ideas mirando a los ojos al que tenían enfrente y otros se dedicaban a ir por la espalda destruyendo vidas de inocentes.

Es difícil, por no decir imposible, explicar con palabras la presión, el miedo y el dolor que sufrieron los periodistas durante aquella época, pero espero que al menos esta humilde reflexión sirva de homenaje a todos ellos, a sus familias y al resto de víctimas de ETA.
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