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Los años nuevos, ‘all in’

05/01/2025
 Actualizado a 05/01/2025
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Dado su gran impacto en la opinación, no haría falta ni un comentario más sobre la nueva serie de Sorogoyen (¡qué majo!). Pero por alusiones, que yo también «tengo algo pendiente con eso», no me puedo callar. Y de paso a ver si dando coba a Movistar me gano a Domingo Corral y me compra un guión o dos.

Lo primero es aclarar que ‘Los años nuevos’ no es ciencia ficción ni fantasía, por mucho que los personajes llegasen a 2025 antes que nosotros y haya dos o tres apariciones. Estamos ante un ejercicio de realismo en todos los sentidos de la palabra, cuando no de naturalismo (Ana limpiándose la mano en la sábana) a pesar de lo «qué guay, ¿no?» que le parecen tantas cosas a ella. 

Hay escenotas corales marca de casa como la bien orquestada cena, pero lejos del exceso genial de la apertura de ‘El Reino’, sustituido aquí por pasivo-agresividad y mucho comer miguitas. Y la música genera una inmersividad especial en el caso de que te gusten Crepus y compañía, teniendo la doble cualidad de hacerte sentir uno más de ellos y a la vez de incomodarte tanto como podría hacerlo escuchar versos de desnudo emocional encerrado en un ascensor con tu jefe.

Hay un personaje ‘top notch’, que es Guille, con su perdición subrayada y su gracia problemática. Y uno que da mucha cagalera es el de Bényamin Prado, quien parece salido de un ‘sketch’ manchego. Si carácter es destino como Ferlosio repetía, la pareja principal no lo desmiente. Pero también es destino el origen. Su clase media y de dónde son pesa en sus vidas, siendo Oscar internista en «el mejor sitio para aprender» como es La Paz y vecino de Embajadores y ella teniendo mil amigos en Legazpi y Lavapies. Madrid además de ser su tierra les permite esa vida no tan predecible que Ana necesita, aunque falle en lo de librar de cruzarte con tu ex.

Y antes y luego está el amor, que escuece además de molar. Se promueve en las escuelas de guión que los personajes evolucionen a lo largo de la historia, pero aquí Óscar no lo hace y Ana sigue tan insatisfecha al final como al principio, ambos siempre penando porque buscan consolidar un amor que se les resiste en la forma que ellos lo quieren. Con lo cual atizan al corazón de muchos espectadores Sara Cano y Paula Fabra, que como antes Isabel Peña, escriben tan soberbiamente con Rodrigo Sorogoyen que asustan. Cada cosa que firma este es un acierto. La clava tan infaliblemente que da miedo. 

‘All in’ a tí, colega.

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