Llamas de la Ribera –-en el margen derecho del río Órbigo, a unos treinta kilómetros de León– vivirá este domingo, día 11 –el anterior al martes de Carnaval–, su día más esperado: el Domingo de Antruejo.
El Antruejo –lo sabes de sobra– es, digamos, la forma más nuestra de vivir el carnaval. Pero es mucho más: una mascarada de invierno, una celebración ritual de raíces paganas –se dice que relacionada con la fertilidad– cuyos orígenes se pierden en el tiempo. El de Llamas de la Ribera, impulsado por la asociación cultural ‘Guirrios y Madamas’, fue declarado en 2002 Fiesta de Interés Turístico Provincial.
Los ‘guirrios’ son los personajes más vistosos. Vestidos de blanco, con mázcaras –con ‘z’– de cartón –en las que llaman especialmente la atención los abanicos de colores, que se abren y cierran con el propio movimiento–, y cencerros a la cintura, corren y saltan ‘asustando’ a la gente con grandes tenazas de madera y la ‘golpean’ con vejigas de cerdo… A ellos se unen las ‘madamas’ –mujeres ataviadas al modo tradicional, con castañuelas o pandereta– y un montón de protagonistas más: la ‘gomia’ y el toro –sendos armazones de madera, con un cráneo de caballo la primera y cuernos el segundo–, la ‘rosita’ –vestida con sacos y pieles–… o –cubierta con hojas secas– la ‘gallina tocahuevos’. Literalmente. A todo el que pilla. Con la mano manchada de harina...
Al llegar a la plaza, delante de la iglesia –no falta la música: dulzaina, tambor y bombo–, continúa la fiesta. Bailando. Cantando las ‘Carnestolendas’, coplas jocosas sobre cuestiones actuales. Con la entrega del ‘Guirrio honorífico’ –instaurado en 2006– a quien haya merecido tal galardón, que este año ha recaído en Javier Pérez Andrés. Y con reparto gratuito para todos de chocolate y dulces típicos de la época.
Si tienes ocasión, acércate. Yo estuve el año pasado, y créeme que mereció la pena. Eso sí, aunque me había advertido Miguel, acabé con el pantalón manchado de blanco en la entrepierna…