Así debería estar nuestro móvil más a menudo. Y no porque se nos haya acabado la batería o estemos en un parking subterráneo, sino por decisión propia. Sé que es difícil intentar salirse de la dependencia del móvil que acecha a nuestra sociedad. Pero cuidado, nos equivocaremos si pensamos que este problema sólo afecta a los más jóvenes. Sólo hay que fijarse en una terraza o en un restaurante el uso continuo que hacen del móvil personas ya entradas en años.
No recuerdo el verano exacto y si hubo un motivo concreto por el que tomé cierta decisión, pero tengo que reconocer que estoy orgulloso y feliz de haber decidido aquello. Durante los diez días de vacaciones que me voy con mis dos mujercitas a la playa apago el móvil. Una vez que llego al hotel me desconecto del mundanal ruido y no me vuelvo a conectar hasta que estoy de vuelta en mi madriguera en León. Díez días completos liberado de ese aparato electrónico que lo sé, es un gran aliado para estar conectado con familiares y amigos y poder ser más ágil en tu trabajo, pero que es el peor enemigo para tu bienestar físico y mental.
Recuerdo cuando era niño e íbamos de vacaciones ver a mi padre llamar desde una cabina y dar el teléfono fijo del hotel a un familiar por si ocurría algo. Y tras esta llamada tocaba disfrutar de las vacaciones, teniendo como única conexión con el mundo las portadas de algunos periódicos colocados en expositores en los quioscos o la televisión que estaba encendida en un chiringuito o en la cafetería del hotel. Pero esto hace tiempo que se acabó.
Cuando cada año advierto a algunos de mis contactos la desconexión total que voy a autoimponerme, la mayoría me dicen que es la mejor decisión posible, al mismo tiempo que lamentan el no poder hacerlo ellos. Ahí está el problema, tenemos tanta dependencia a todo lo que nos ofrece el móvil que creemos ser incapaces de vivir sin él. Es paradójico que un artilugio que nos venden como el paradigma de la conexión con el mundo, tenga como efecto secundario la desconexión con nosotros mismos y con nuestros seres queridos.
No me gusta dar consejos, pero con este asunto voy a hacer una excepción. Intentemos ir a contracorriente y obliguémonos a conectar con el mundo que realmente importa, desconectándonos de todo lo superfluo y artificial que nos ofrece el móvil y su conexión a Internet. Podemos empezar por ejemplo con un día del fin de semana y luego en vacaciones durante una semana y así ir ganando paulatinamente tiempo para ti y para los tuyos. En definitiva, desconectar para conectar.