La primavera ha llegado a nuestras vidas puntual, como un reloj. Fue alcanzar en el calendario el 21 de marzo y ver florecer en tímida alegría el cerezo del jardín que mira a San Marcos.
Ojalá todo en este mundo funcionase así de bien, sin intereses ni trampas, pero mucho me temo que la partitocracia y el orden político imperante tienen otros planes. El primero de ellos parece ser que es meternos miedo, mucho miedo, para que la angustia y la preocupación que implican sentirse a salvo nos impida ser críticos y pensar en lo que en realidad está sucediendo.
La UE esta semana ha recomendado a la ciudadanía que prepare y tenga en casa un kit de supervivencia para 72 horas, que digo yo, ¿y después de esas 72 ya se verá si sobrevivimos y cómo? Quieren que almacenemos agua, comida y medicinas por si hubiera un conflicto bélico, una nueva pandemia o una catástrofe natural. Ustedes escojan el modo de encerrarnos y someternos, claro.
Hablan de «rearme», aunque a Pedro no le gusta el término y dice que digamos «salto tecnológico», hablan de invertir miles de millones en armamento por si Putin se pone nervioso y le da por invadir. Yo creo que eso es poco probable, porque si apenas puede con Ucrania como para llegar a otras partes de Europa. Trump no tiene huevos, pero tiene aranceles y mucho morro y nos ha cortado el grifo, ya no es nuestro aliado, así que sí, deberíamos protegernos, pero de ahí a gastarnos ese dineral en enriquecer a la industria armamentística no sé yo, hay cosas más urgentes. Por ejemplo, podrían construir vivienda pública y mejorar la sanidad, hay prioridades.
Armarse es necesario, por supuesto, pero igual hay que armarse de valor y no de balas. Hay que disparar toda la artillería que a nuestra disposición ponen la ley y la libertad para librarnos de ellos, de los autócratas, burócratas y mentirosos que nos arruinan poquito a poco. Ya basta. La primera vez coló, esta segunda se os ve el plumero, se ve de lejos.