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Asentamientos majara

02/02/2025
 Actualizado a 02/02/2025
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Ya de niño se estudia que hay factores clave que han empujado históricamente a construir ciudades donde primero hubo asentamientos humanos muy básicos: que sea un sitio fácil de defender o que se encuentre cerca de ríos o de rutas comerciales o que tenga salida al mar. Fácil de entender, intuitivo, caso cerrado. 

Pero ¿qué pasa con esos otros emplazamientos inhóspitos, remotos, aislados donde también ha habido locatis que levantaron una casa, un barrio, una ciudad, un país? ¿Hay explicación? Porque veo la pobre película ‘El 47’ y me lo vuelvo a preguntar al observar a los compatriotas que llegaron a Barcelona desde otras provincias en los setenta y compraron una parcela barata en la montaña para darle forma al impracticable barrio de Torre Baró, donde hacer llegar un bus fue toda una odisea. 

Siempre me lo pregunté cruzando Pajares, siendo como soy de León, cuasi valle escoltado por dos ríos que confluyen abriendo la ciudad al sur. Esos asentamientos que se ven allá abajo en medio de todo el verde, donde la frontera autonómica es una ficción, ¿a qué son aparecieron allí? ¿No sabían sus moradores que «planta la casa al lado de la general» no era broma sino axioma? Y otra, ¿cómo superan el miedo a que, por vivir de manera tan aislada, si se escalabran gravemente no se entere nadie que los pueda socorrer en muchos cientos de metros a la redonda? Solo porque igual tengan la suerte de que Rodrigo Cuevas les haga una canción no merece la pena.  

Y no solo casas, sino países enteros han sido levantados en lugares tan poco practicables de los que no se entiende que el hombre, que tanto ha viajado en pos de riqueza o alimento, no huya como de la peste. Ciudades como Bruselas o México DF de tan inestable base, la capital europea tomada por españoles construida sobre un pantanal de arroyos y el DF sosteniéndose sobre el fango de un lago y un basural gigante. ¿Qué necesidad había? O países como Arabia Saudí o Qatar, con sus cincuenta grados en verano, o Alaska, norte de Canadá y Siberia donde el frío es perpetuo ¿quién quiere vivir allí? Argentina, por lo menos, a Ushuaia mandaba solo a presidarios para que se pudriesen de tiritonas allí, como hizo con el Petiso Orejón.

Atisbo un motivo, de cualquier modo. Veo una ventaja en fundar esos asentamientos nuevos donde Cristo dio las tres voces. Ubicarse lejos de la autoridad establecida y convertirse en ella uno mismo lo es, pillines. Ahí puede estar el quid que me mande a dormir a mí y que justifique tanta decisión de asentamiento majara.

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