El frío diciembre y el gélido enero tienen a media España con gripe o covid y a otra media incubándola. Afortunadamente la mayoría serán casos leves pero muchas personas presentarán complicaciones y a males colectivos hay que sumar millones de casos singulares más graves en todas las especialidades.
España forma médicos con excelencia, pero cuando estos profesionales tienen su titulación en la mano emigran al extranjero porque en nuestro país los sueldos son bajos, los contratos inestables y la cobertura y el apoyo nulos.
Cuántos médicos rurales ni siquiera tienen wifi para poder usar el ordenador de su consulta teniendo que utilizar datos móviles pagados de su bolsillo para poder completar el historial del paciente.
Hace años que la Atención Primaria sobrevive a duras penas en condiciones insuficientes cuando no terribles. Esta circunstancia es realmente grave, porque el médico de cabecera es la puerta de entrada al sistema. De su evaluación y criterio dependen vidas. Si su examen se retrasa, las posibles complicaciones pondrán en riesgo la salud del paciente, prolongarán un sufrimiento que podría haberse evitado. Y al no solucionar problemas pequeños a tiempo, el Estado tendrá que hacer frente a un gasto mucho mayor derivado de la mala gestión llevada a cabo por burócratas que serán animales políticos pero que de salud saben más bien poco.
No tenemos suficientes médicos y no hemos aprendido la lección durante la pandemia. Por eso me parece una vergüenza denunciable que muchos ciudadanos que pagan religiosamente sus impuestos tengan que oír en centros de salud que si no pueden esperar acudan a la privada. Incluso hay especialistas dejando tarjetas en salas de espera. Pagar o morir, ‘this is the question?’ No debería. Llamen a quien haga falta, jubilados, personal del ejército, pero si estoy enferma y pido cita hoy, no me la den para dentro de 20 días, porque igual para entonces o lo superé o estoy muerta.