06/06/2020
 Actualizado a 06/06/2020
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Uno de los veranos de los que guardo mejor recuerdo fue el del 2000. Cursaba segundo en la facultad y a través de una amiga, conseguí entrar en una terna para aspirar a un puesto de trabajo durante los meses del verano. El trabajo estaba dirigido a estudiantes de Turismo, o sea lo opuesto a lo que yo hacía. Los otros aspirantes estaban mucho más preparados que yo, pero como pasa habitualmente, mi amiga tenía mucha mano, y ya se sabe aquello de que «el que tiene padrino, se bautiza».

Conseguí la plaza, el trabajo era en una empresa de alquiler de coches, y el mío concretamente consistía en operar en la oficina del aeropuerto y entregar los coches a los turistas que venían a disfrutar de nuestro reino, y a los Asturianos que les habían desviado su avión hasta la pista de la Virgen del Camino, y que no les apetecía ir en autobús hasta Oviedo. Y allí, con un inglés flojito, ayudado por chuletas y frases hechas empecé un verano emocionante y muy bien pagado. Llegar, lo que se dice llegar, sólo llegaban dos aviones, uno de Madrid y otro de Barcelona (más que ahora), y cada día el aeropuerto se llenaba de gentes que tras un café, pegaban la cara a la cristalera, para ver el espectáculo que ofrecían aquellas aeronaves cuando tomaban tierra y quemaban goma o cuando despegaban a gran velocidad.

Guardo un gratísimo recuerdo de aquellos meses en los que conducía buenos coches, la nómina no estaba mal, y hasta me dieron un par de trajes azul marino con buen corte, y una corbata muy discreta que se prestaba a nudo gordo. De aquella además era delgado y el calor apretaba mucho menos, así que me podía permitir el lujo de aguantar con él puesto hasta el anochecer y tomar un par de cañas como si fuera un bancario de éxito.

Presencié miles de anécdotas desde el francés despistado que se creía que estaba en Lyon, hasta aquellos que le daban emoción al viaje y a última hora pegaban ‘la espantá’ como Cagancho. Aquel año, Aznar anunció a bombo y platillo que la escuela de pilotos de Eurofighter vendría a León, y que nuestra ciudad sería como San Diego, con Maverick, Goose y con más cadetes que en Top Gun. Finalmente la escuela se esfumó, y ahora, veinte años después, volvemos a las reuniones top secret, a las conversaciones de vizcondes entre diputados y altos ejecutivos del Ministerio de Defensa, del de Transportes, de Aena…para repetir la historia. Flybyschool quiere estar en León con unas condiciones razonables, lo normal. Pero la oferta está creada en origen para no aceptarse. Saquen sus propias conclusiones, sin olvidarse de que aquí somos la cuna de la docilidad ibérica, la creme de la creme, los patas negras del asentimiento.
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