En verdad que da una cierta pena pasear por La Lastra, un polígono que fue, en su día, el estandarte de la entonces explosión económica y que, empezando con ella, acabó de la misma manera y a medio camino.
Bien podría decirse que murió de éxito. Si alguien quería vivir en un sitio de excepción, ese era La Lastra. Si un promotor tenía que lucirse, el sitio era, como no, La Lastra.
Y así, se pagaron cantidades absolutamente desproporcionadas por el suelo, tanto, que el precio de venta soportaba un porcentaje completamente loco respecto al costo de construcción. Recuerdo, en aquellos años de euforia, el comentario de uno de los empleados de un promotor de muchísimas campanillas: «me ha dicho el jefe, que compre todo lo que me pongan por delante en La Lastra, al precio que sea».
Así que luego pasó lo que pasó. Bien es cierto que no solamente allí, sino en todas partes.
Pero ese polígono es, quizás, el que más pagó el pato, porque otros, léase la Universidad y aledaños, se recuperaron mucho antes. De hecho, durante estos últimos casi veinte años, la poca actividad constructiva y de compraventa se dedicó a rehabilitaciones interiores y el entorno de la ciudad universitaria.
El caso es que con el hundimiento general, el Sepes se hizo, a la fuerza ahorcan, con una buena mayoría de parcelas en La Lastra, que pasaron a dormir el sueño de los justos, porque, además del enorme volumen de suelo urbanizado y urbanizable en toda España, su forma de gestionarlo ha sido bastante mejorable. De hecho, personalmente he tenido que lidiar con ellos, y, la verdad es que, siendo, en teoría, un organismo autónomo, era como un ministerio, pero más sofisticado y complicado, que ya es decir, con continuos cambios de criterio y dirección, simplemente en función de con quién y cuándo tuvieras que actuar.
El resultado final ha sido una paralización general de un sector llamado al éxito. Urbanizado sin tacañería, con, por ejemplo, un sistema de recogida neumática de basuras que, hoy por hoy anda a la pata coja, paseos y puentes de conexión que encajaban con todo el entorno. Y ahí se quedó, absolutamente paralizado, mientras lo poquito de actividad que había, se iba al lado contrario.
Y así, no dejaba de dar pena ver las grandes superficie de suelo vacías, justo al borde del centro de la ciudad, porque, en cuanto se abandonaba la parte aledaña a Fernández Ladreda, y te ibas (te vas) caminando por la prolongación de José Aguado, se te va cayendo el alma al suelo. De pronto estás, en dos pasos, a las afueras de la ciudad.
Me recuerda mucho los años y años que Eras de Renueva, al borde mismo del centro, estuvo triste y sola, con un único grupo de viviendas allá al fondo, creo que de una cooperativa de ferroviarios, que construyó la desaparecida MZOV.
Pero ahora, todo parece cambiar, porque, de pronto, han renacido carteles anunciando la próxima construcción de viviendas, en los alrededores de la glorieta lindante con el nuevo centro comercial. ¡400 viviendas! Nada menos, según se comenta en la prensa.
Dicen unos que es el propio centro comercial la causa del renacimiento, mientras otros, quizás más mal pensados, que el Sepes está aligerando carga a marchas forzadas, una especie de liquidación de existencias a buen precio.
Sea lo uno o sea lo otro, bienvenido sea, que falta hace, no sólo por el propio sector, sino por la ciudad, medio muerta en actividad constructiva, que siempre ha sido el termómetro de la actividad y riqueza de la provincia.
Todo ello mientras nos dicen que las operaciones de compra de vivienda han cogido carrerilla llegando casi a los niveles previos a la explosión inmobiliaria de principios de siglo (XXI), en una ciudad, en realidad una provincia, con claros síntomas de ir cuesta abajo. Vaciándose día a día y muy lejos de aquellos años sesenta y setenta, gloriosos, con una enorme actividad y ganas de progresar.
De pronto el dinero ha aparecido, y ésto se reactiva. Pero no, el dinero no ha aparecido por arte de birlibirloque siempre ha estado ahí, guardadito, pues siempre ha sido muy, pero que muy miedoso.
Y si ahora sale a la luz, pues estupendo. La lástima son todos los cadáveres empresariales que se han ido quedando por el camino.
Y si hasta La Lastra florece, pues mejor.