¡Ay qué cimorrera!
24/11/2021
Actualizado a
24/11/2021
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Ando estos días con una cimorrera que mete miedo. Cual conejo con mixomatosis, lo que viene siendo el morro hablando en cristiano, he levantado suspicacias en la cola del supermercado con unos buenos estornudos, en el bar a la hora del café con un gasto de tres pañuelos de papel por minuto y en la mismísima redacción con una tos de caballo. No son buenos tiempos para pillar un romadizo cuando empiezan ya a hablar de la sexta ola mientras suben los nuevos contagios. Tirando de un optimismo que no me caracteriza, espero tener despejada la nariz en pocos días después de haber echado todos los mocos habidos y por haber y así dejar de convertirme en sospechosa de pangolín en cualquier vivera. Sería una pena que la cosa fuera a peor porque tendría que ir al médico, y no están las cosas para permitirse una esos dispendios en mitad de una reorganización de la Atención Primaria que huele a futurismo barato. El médico ya no sé ni cuándo pasa por el pueblo, porque menudo baile tenemos con que hoy no viene, mañana sí pero entonces llegas al consultorio y un papel a la puerta te manda a siete kilómetros donde, con suerte, igual no hay muchos parroquianos en ese rato y pueden atenderte. Dicen los políticos que no se han cerrado consultorios y lo dicen porque no tienen ni idea de lo que dicen. Ahora, en medio de tanta insensatez, proponen la ‘telepresencia’. Entrecomillas simples para este término que la RAE no recoge (y tampoco el Diccionario de Léxico Leonés que, por si acaso, he consultado). Tele, prefijo que significa «a distancia», y presencia, que es compartir un espacio. Sin pararme mucho a pensar, que la cimorrera no invita a ello, me lleva esto a concluir que va a ser algo así como estar en misa y repicando las campanas. Juntos pero separados, conectados pero sin internet, sin médicos pero con ellos. Cerrados pero abiertos. Porque no tenemos profesionales sanitarios ni para que nos miren una vez al año la inflamación de amígdalas pero ahora nos vamos a poner chulos y el médico de cabecera nos va a acompañar en una videoconferencia con un especialista para ahorrarnos el viaje a la capital. Quieren que la enésima ocurrencia de Sanidad comience a funcionar el próximo verano y están estudiando como salvar la barrera de la falta de internet (me parto). Ya no sé si el morro parece que lo tengo yo por la cimorrera o si se lo pisan por los pasillos de la Junta.
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