Baipás nevadito

14/11/2024
 Actualizado a 14/11/2024
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Ahora que comienza a instalarse en Santo Domingo el árbol desterrado por las obras de la Plaza Mayor, resulta inevitable pensar en que ya están ahí unas nuevas Navidades... Tampoco ayuda que en la calle Ancha aparezca de repente un Frosty gigante o que Netflix te recomiende la típica película familiar que siempre termina igual y en la que nunca falta la nieve. Curioso elemento este, que puede pasar de ser belleza y juego infantil a causa de un infierno helado como aquel de las montañas de Chile que creó una sociedad desgarradora. «Cae la nieve, sobre todos los vivos y los muertos», dice el personaje de Tilda Swinton en ‘La Habitación de al lado’, obsesionada con un relato, del irlandés James Joyce, que la ayuda a entender lo que es y lo que la rodea, lo que fue y lo que ya no será, cuando ve la muerte en el espejo. Podría decirse que cae la Navidad, sobre todos los muertos y los vivos, cuando están más presentes que nunca los primeros, mientras los que esperan se atiborran de dulces y jamón con altas probabilidades de que una subida de tensión o un atragantamiento les haga pedir RCP o incluso la asistolia, aunque al día siguiente seguirá nevando y otro ocupará su temor. «El invierno se acerca», decían en Invernalia, y la ansiedad de los Stark ante lo que significaba no dista mucho de que otro cambio de calendario vierta sobre uno mismo más nieve en la cabeza, hasta hacer blanquear el rostro y la cabellera. 

Me permito estas divagaciones sobre la nieve porque el clima meteorológico y el tiempo cronológico guardan mucha relación, pues lo que está pasando con las Danas demuestra que cada década que pasa trae más horror del cielo y que sólo salva la prevención y la ayuda posterior pero inmediata. Como escribía un Óscar Puente que no lo pensó mucho... «éramos pocos y…» se nos cayó otra carretera. Se sucedían los problemas, pues mientras todos le convertían en mesías y algunos en sucesor de Pedro Sánchez, algo todavía más molón, en el norte se nos caía la ladera de una autopista que no piensan desprivatizar y por la que pagas 30 euros por ir a pasar un día a Asturias. Hasta que no ocurre algo, no se actúa, pero desprendimientos ha habido ya varios. Recuerdo, por ejemplo, la caída hace años de nieve y rocas en las Hoces de Vegacervera, que buen susto dieron a la buena gente de Rodillazo, Cármenes y Genicera. 

La naturaleza puede ser muy cruel, porque refleja el paso del tiempo. Cuando la roca decide moverse hacia abajo, no hay quien la sujete y lo que la mantiene firme o fija a la carretera en su sitio, se pudre. Es la vida misma de los seres que intentamos no ser inertes, pues todo termina dañado y viejo. Al menos sobre las carreteras se puede actuar, se pueden tomar medidas preventivas para que no entren en parada cardiorrespiratoria sin un desfibrilador a mano. Ahora hablamos de un ‘baipás’ en el Huerna, pero lo necesitan muchas más vías en León. Y quizá muchos humanos, que el «invierno se acerca». 
 

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