Este año nuevo lo hemos comenzado con una polémica, aparentemente banal, pero en la que subyace más chicha de la que, a priori, parece. Me estoy refiriendo a la retransmisión de las campanadas desde la Puerta del Sol por parte de la televisión pública, la televisión de todos, la televisión que quiera usted o no, paga parte de sus impuestos.
Dicha retransmisión, protagonizada por el «humorista» David Broncano, al que nunca le he visto la gracia (a mí denme un Javier Cansado o un Javier Coronas) y una chica a la que reconozco que es la primera vez que veo llamada Lalachus, fue responsable de empujarnos a mi familia a comernos las uvas viendo a Cristina Pedroche, que tampoco me parece el culmen de la comunicación y la elegancia.
Seguro que ya lo han visto, pero siguiendo el espíritu woke imperante, la tal Lalachus, quiso hacerse la graciosa mostrando un dibujo de la vaquilla del ‘Grand Prix’ representando un Sagrado Corazón y ya han salido los del pensamiento único de siempre a tachar de ofendiditos a la gente a la que no les gustó esa falta de respeto. El mismo ministro de Justicia, Félix Bolaños, ha salido al paso anunciando la reforma del delito de ofensas religiosas para que éstas no sean sancionables, aunque es una lástima que a estos humoristas de medio pelo, siempre les dé por ofender a los cristianos, porque por «algún motivo» se imponen una autocensura para no ofender, por ejemplo, al islamismo. Una verdadera pena y una verdadera cobardía.
Hay gente a la que, sorprendentemente, episodios como éste les parece menor, pero, como les digo, tiene mucha más importancia de lo que creen. Se trata de una operación perfectamente planeada de fomento del relativismo desde el propio Estado, para atacar a cualquier estamento que esté entre el individuo y el Gobierno, ya sea la iglesia, la familia, partidos políticos, jueces… y así que la sociedad sólo responda ante el político de turno que gobierne (de izquierdas, por supuesto).
Esto está calando rápidamente, tanto, que hasta la oposición política moderada de centroderecha está comprando este discurso, abandonando cualquier batalla por las ideas con mensajes erráticos de andar por casa, mientras se ignora contenido ideológico de fondo, que es lo que realmente se está planteando. La semana pasada les hablaba precisamente del político ‘tiktoker’ que ve el cargo como fin y no como medio para cambiar las cosas que verdaderamente importan y que terminan erigiéndose como pilares de la sociedad.
Este tipo de oposición está muy alejada de la realidad. Admira, pero no termina de entender fenómenos sociales como el de Milei o el de Meloni, satanizados no hace mucho y que empiezan a ser referentes internacionales en los que mirarse. Se limitan a hablar de leyes y gestión, cuando, esta nueva sociedad, con muchos jóvenes, por cierto, está reaccionando ante los ataques ideológicos culturales y lo que quiere es que, además de crear empleo y bajar impuestos, se dé la batalla en ese mismo campo de las ideas.