26/10/2024
 Actualizado a 26/10/2024
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La belleza salvará al mundo, escribió Dostoyevski en 1869, cuando el mundo apenas había iniciado su feroz carrera hacia el feísmo. ¿Qué pensaría el escritor ruso en el momento actual, cuando en el arte y la estética social y mediática imponen la fealdad de manera arrolladora?

Al final de la tarde del sábado pasado me encontraba en la Iglesia de San Martín, donde me había tocado enseñar a los participantes en el Encuentro de Jóvenes Cofrades venidos de toda España parte del patrimonio que la de Minerva y Vera Cruz tienen expuesto al culto. La Piedad de Carmona y el viejo Lignum Crucis, que lucían un arreglo floral preparado por David, de Flores Santamaría. Las hermanas de María de Dulce Nombre también habían instalado dos de sus imágenes con la misma finalidad, las habían vestido y adornado de manera hermosamente sencilla.

Al final de la tarde, acabadas las visitas, el silencio fue interrumpido por la repentina entrada de 40 portugueses. Les pregunto si son del Encuentro y me dicen que no, pero no entiendo el resto de sus explicaciones. Con rapidez y decisión forman en el altar y montan un pequeño piano. Se trata de un coro que viene a ensayar un concierto próximo. Cuando empiezan a cantar, las dos personas que quedábamos en el templo no podemos evitar sentarnos a disfrutar del momento. Interpretan un precioso Agnus Dei y varias piezas clásicas que no conozco, que combinan con las más conocidas de Andrew Lloyd Webber.

Escucho impresionado y observo a los miembros del coro. Son personas corrientes, de todas las edades, con sus trabajos y sus problemas cotidianos. Mientras cantan, miro el conjunto que ha montado el equipo de montaje de María del Dulce Nombre, y La maravillosa Piedad con el arreglo floral de David. Sí, la belleza salvará al mundo, ya lo está salvando, pero no en los grandes círculos del arte, ni en los medios que nos dictan las normas estéticas. Allá donde haya un florista trabajando, o un profesor particular de piano, o el miembro de equipo de montaje o adorno floral de una cofradía, o un sastre cuidadoso, o una chica que se arregla para bailar con su grupo de danza tradicional, hay un quintacolumnista luchando en la batalla cultural por la belleza, salvando el mundo.

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