25/04/2020
 Actualizado a 25/04/2020
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Adoro y añoro los bares. Me imagino que lo de los genes tenga mucho que ver, y al igual que el desaparecido José María, el del Cantábrico, más de una vez he soñado en tener un gran local, casi tengo elegido hasta el nombre. Como ya les he dicho otras veces, mis abuelos tuvieron un bar en la calle Renueva, justo frente al Rúa Nova viejo, el de Maxi. Eran oriundos de la alta montaña, de la montaña de verdad, de donde Los Bravos, de Jesús Fernández Santos. Se fueron a Madrid, donde tuvieron su primer negocio hostelero y en el año 1949 volvieron a León, a regentar la Perla Vasca.

Dicen los viejos del lugar, que aquel pulpo, y sobre todo los callos, eran manjares difíciles de olvidar. Y no me extraña, porque mis abuelos traspasaron el negocio cuando yo apenas tenía 4 años, y no les miento si les digo que recuerdo perfectamente como era todo. Por unas cosas o por otras, siempre acabo en un bar. Encuentros por eltrabajo, reuniones o simplemente la querencia. Con el tiempo uno va buscando sus refugios, y aunque no le perdonaré jamás a Esteban (el del Musgo), que se jubilase tan pronto, uno, poco a poco va haciéndose con los terrenos y acaba encontrando su sitio.

El bar es el verdaderopulso real de la ciudad y de la vida, es el diván de todas laspersonas humanas, que necesitan un lugar donde por un momento olvidarse del día a día. Es el sitio ideal para abstraerse de todo y de todos, para ojear ese periódico que te resistes a comprar o simplemente allí donde empezar el día con la crítica siempre certera del camarero. Mi madre nunca dio con el café ideal, primero fue la moda del Nescafé y sus maravillosos ardores, luego, que si el café tenía que ser natural, y posteriormente llegó a mi casa la corriente traidora del descafeinado, haciéndome creer que era café ‘de verdad’. Aquello era tan sano que ni espabilaba ni tenía color. Un manchado tenía más fuerza y hacía que incluso el café de la maquina me pareciese la quinta maravilla.

Cuando comencé a trabajar, me propuse empezar el día con un buen café.Y creo que solo he roto la tradición en estos días de confinamiento a pesar de haber probado todo tipo de cafés.

¿Se imaginan una vida sin bares ni cafeterías? Sin cañas, sin tapas, sin olor a fritanga, sin palillos por el suelo y sin los clásicos ‘simpa’. Dicen que rescataron las cajas y losbancos chungos porque estaban en juego los ahorros de miles de ciudadanos. Los que la jodieron ahí siguen dichosos. Rescaten la hostelería, que con la que se nos viene encima seguramente sean los últimos lugares donde podremos ser felices. En un bar no se gasta, se invierte. Así que ya saben, nos vemos en los bares.
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