Si hay un principio de Derecho Penal que siempre conmueve por su rotundidad y la sensación de amparo y cobijo que le acompañan, es el que parte de la expresión latina «in dubio pro reo», es decir, el beneficio de la duda, que impone la carga de la prueba al que realiza una acusación.
Fue un caso que conmovió a toda España: el asesinato de una mujer de poder omnímodo, casi podríamos decir con rango de emperatriz en el terreno político por la multitud de responsabilidades que había asumido.
Los de León recordamos nítidamente lo que estábamos haciendo aquel 12 de mayo de 2014 cuando la noticia comenzó a extenderse como las llamaradas de un inmenso incendio que muerde un bosque en plena sequía. Isabel Carrasco era una mujer muy popular.
Sobre una pasarela que cruza el río Bernesga y ante la providencial presencia de un policía jubilado, se desarrollaron los hechos que tuvieron como protagonistas a una madre, Montserrat González, autora material del hecho, y a su hija Triana Martínez, cooperadora necesaria para cometer el crimen. Una vez juzgadas fueron condenadas, tras admitir la autoría del crimen, a las penas de 22 y 20 años respectivamente, que las llevaron a la prisión de Villahierro, León, en el caso de Montserrat y a la de Villanubla en Valladolid, en el de Triana. Durante todo este tiempo, su vida diaria como reclusas ha ido paulatinamente mejorando en cuanto a su comportamiento pese a algunos problemas de convivencia. Nunca han disfrutado de permisos penitenciarios y no lo harán hasta el 2029 en el caso de Triana y hasta el 2031 en el de Montse. Desde hace 6 años ambas se encuentran en el centro penitenciario de Villabona y por primera vez en toda la historia de esta cadena de infortunios, ambas han decidido pedir perdón a través de una carta.
Es difícil indagar en los procesos personales que pueden intervenir en la conciencia de una persona que se encuentra privada de libertad. Algunos pueden pensar que no es sino una estrategia para anticipar el tercer grado, otros opinamos que los seres humanos siempre pueden experimentar una conversión.
En la carta, entre otras consideraciones , afirman «que la violencia no debe ser nunca el medio de dirimir controversias de ningún ningún tipo»; rechazan «cualquier clase de acción que no sea pacífica»; piden disculpas «sinceras, plenas y absolutas por los hechos por lo que fuimos condenadas»
Pensamos en el dolor de los familiares, en el acto irreparable, ¿estarán realmente arrepentidas?¿son culpables de mentir en esta cuestión del arrepentimiento?
Decía Víctor Hugo en sus ‘Miserables’ que «la justicia no es solo castigar, sino entender y perdonar».
Quizá deberíamos concederlas, al menos, el beneficio de la duda…