Feliz año nuevo. Esperemos, (porque la esperanza es lo último que se pierde), qué no sea tan cabrón como el 2023 que acabamos de pasar, aunque uno, que es un pesimista de manual, no lo tiene nada claro, porque, por desgracia, todo es susceptible de empeorar, como anuncia la inapelable ley de Murphy, por lo que debemos pedir al 2024 es aquello de «Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy».
Ayer domingo éste periódico anunciaba que en Vegacervera, uno de los pueblos más hermosos de la provincia, cerraba el último bar que quedaba, el mítico Vélez. Y es lo que uno más se temía, (y se teme), que ocurriese en los pueblos: un pueblo sin bar es perdiz muerta, cinca de mano, una desgracia. Los pocos que vivimos en los pueblos necesitamos más un bar que una botica o un consultorio médico. No; no exagero y lo sabéis. En un bar vemos a nuestros amigos y a nuestros enemigos, sabemos que todo va según las reglas porque al café de la mañana acudimos al abrevadero de la barra y, al abrir el periódico, nos damos cuenta que no venimos en las esquelas, lo que de por sí es un notición. Un bar es esencial porque es el lugar dónde nos encontramos para lo bueno y para lo malo, para alabar o para criticar, para congratularse con la suerte de uno o sentir piedad por la desgracia de otro.
Siento lo de Vegacervera porque hasta no hace tanto tiempo había cinco bares en el pueblo y porque se va a dar la paradoja de que haya más bares en Coladilla, (una aldea), que en la capital de municipio.
No; no esperéis nada bueno de este año bisiesto. Lo de la Paz es una quimera, porque a los yanquis se les ha ido la puta cabeza de vacaciones y apoyan, con armas y bagajes, a los nuevos nazis con tal de joder a los rusos y a los chinos, sólo por eso. Hoy, en la tertulia, un amigo dijo una verdad más grande que el Templo de Salomón: «tiene que ganar Trump para que se acaben las guerras». Está claro que los demócratas, (¡quién te ha visto y quién te ve!), están aquejados de la enfermedad del globalismo y son herederos de los peores hábitos imperialistas de los anglosajones. Todo se resume en la famosa frase del Presidente Monroe: «América para los americanos», que incluye a todo lo que esté por debajo de Texas..., y Asia, y África y todo lo que se ponga por delante.
Una historia que nos están vendiendo como cierta, como un mandamiento de las tablas de la Ley, es que debemos acabar con el consumo de todos los combustibles sólidos, (carbón y petróleo), y que abracemos la energía limpia, por el bien de la Tierra y para frenar el cambio climático. Uno no dice que no es cierta su aseveración, ¡Dios me libre!, que luego me llaman ‘terraplanista’. Pero tendríamos que ser un pelín más serios a la hora de juzgar, aunque, en verdad, lo mejor sería no hacerlo en absoluto. El asunto es que China, India y algunos países de Europa, (Alemania, Polonia), están gastando más carbón que nunca y, la verdad, es que no sé si está bien o está mal eso de predicar y no dar trigo... Uno, en su absoluta ignorancia, piensa que está bien que los países ricos implanten ese tipo de políticas medioambientales y que las cumplan. Pero obligar a los gobiernos y a los habitantes de Zambia o de Angola es del todo estúpido, porque son mucho más baratos los combustibles fósiles y si se les impide utilizarlos ocurrirá lo que parece que buscan los europeos y los yanquis: que nunca dejarán de ser pobres para poder quedarse con sus recursos naturales por cuatro perras gordas. De todas las maneras, no me hagáis caso porque creo que la tierra es esférica pero plana, como el tío Aníbal de, (omito el pueblo por si acaso), que decía de sí mismo que era «pequeño pero bajo».
El caso es que ya estamos en el año del señor del 2024, bisiesto y con toda la pinta de trasto. Si este no cambia de forma radical, León seguirá perdiendo habitantes, que se buscarán el garbanzo lejos de su tierra; los servicios públicos seguirán deteriorándose, porque son como la pescadilla que se muerde la cola: ¿para que gastar una talegada en servicios sino hay gente? Prueba evidente de lo dicho son las declaraciones del nuevo Ministro de Transporte, ‘el Atila de Valladolor’, que está dejando claro como la luz bendita que León es un lugar que queda cerca de Valladolid y que no necesita nada porque, al final, ¿quién lo va a utilizar? Seguramente los jabalíes, los zorros, los corzos y los lobos, esos animales tan listos, primos hermanos de los dos que mataron y despellejaron la semana pasada en Lois, que hace falta ser obtuso e hijo de puta para hacer semejante barbaridad. Este es uno de los pocos casos en que un servidor desea que los Cuerpos y Fuerzas de Inseguridad del Estado cumplan con su obligación y detengan a los culpables de la tropelía; aunque tengo mis dudas, porque parece que son como los cazadores de mi pueblo, esos de los que os he hablado alguna vez y que no dan ni a España cuando suben al monte de cacería...
Pues nada, que tal como están las cosas espero que los Reyes Magos os traigan toneladas de carbón, del que da calor, digo, para que paséis en la gloria lo que queda de invierno y para que jodáis un poco más la capa de ozono. Salud y anarquía.