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Una bombilla rota

11/09/2024
 Actualizado a 11/09/2024
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Construcciones de madera coloreada; pistolas con mixtos; muñecas; cocinitas; gichos parapetados en un fuerte y los indios de plástico, asediando; cámaras de fotos por las que asomaba la cara de un gato; relojes de colores con manecillas que bailaban como locas; pastilla de leche de burra...

Pero lo que más me gustaba eran los trenes. Unas locomotoras y vagones que parecían reales, dando vueltas sin fin a una circunferencia. El problema era que funcionaban a cuerda (como los relojes antiguos) y en cuanto te pasabas dándole a la manilla, para que el viaje fuera más largo, te lo cargabas y fin de trayecto. ¡Viajeros al tren! O ¡Viajeros al andén! Lo mismo que FEVE o los trenes que gestiona el Oscargután.

Qué felices éramos con esos juguetes tan perecederos. Cuando todos estaban ya averiados pasábamos a la acción. A la vida real. Coger bichos, saltar vallas, robar manzanas. Y a la caída del sol, sentados bajo una pérgola jugábamos a los médicos entre niños y niñas. Luego nos íbamos a la cama (para dormir cada uno en su casa, aclaro) y a veces soñábamos con Mariúca o Tesuca o Pili con las que algunos de mis amigos se casaron. Por mi parte, puede que no pusiera demasiado empeño.

Qué fácil y que cabal era la vida de nuestros padres, en contraste con la que desde Europa nos imponen. Que si el cambio climático, las vacunas y la perversión sexual en los colegios… Todo imperativo y si dices «no» te llaman facha o ultraderechista ¿Qué tendrá eso que ver? Siento decirlo, pero antes que la tal Greta y sus acólitos lo dijeran, Franco dio la voz de alarma. Todos sus discursos empezaban con las siguientes palabras: «Después de esta pertinaz sequía…» Y por eso construyó embalses en las zonas áridas.

Hoy empieza el curso y la noticia del día es sobre la tolerancia de los móviles en las escuelas. Pero es algo tan arraigado que ningún gobierno –suponiendo que tengan la intención– podrá suprimir. Piensa en la inquietud que te embarga cuando sales de casa y te has dejado el celular. Un debate absurdo, porque el móvil ya ha hecho bastante daño a los niños, que todo, todo, lo experimentan a través de la pantalla.

Los guajes de hoy nunca sabrán el placer que provoca en una noche cerrada, el chasquido de una bombilla a la que acertaste con el tirachinas.

 

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