Se seguirán riendo de nosotros hasta que les mandemos a la Babia demoscópica y reciban su merecido electoral en forma de exilio contemplativo en las boscosas montañas leonesas. Feijóo está cortejando a los secesionistas en ‘prime time’ en el First Dates en el que se ha convertido la política española para firmar un matrimonio de conveniencia que le permita echar a Sánchez de la Moncloa, y llega Borja Sémper en entrevista a La Nueva Crónica y le vuelve a colgar el muerto de la dependencia emocional independentista al gobierno; se olvidan de que en el hipotético caso de que se consume un acuerdo conyugal interesado, –aunque Feijóo se quede la casa–, la otra parte se cobrará unos bienes gananciales a costa del resto de los españoles. Acuerdo privativo que beneficiará a Cataluña y perjudicará a provincias como León.
La triste realidad de nuestro país es que siempre ha habido españoles de primera y de segunda, que siempre se ha beneficiado a unos territorios a costa de la decadencia de otros. Si la España vacía existe es porque hubo unos piratas que se encargaron de vaciarla, de saquear su riqueza con el fin de impulsar a otros. Operación que no es fruto de diez años, sino de muchos más. En esta época de edulcoramiento de la historia, cuando el PSOE volvió a las andadas con los pactos catalanes, la derecha acentuaba el acuerdo del Tinell por encima del Majestic que hizo presidente a José María Aznar a costa de hablar catalán en la intimidad. Lo volverán a hacer, sean socialistas o conservadores –aunque el PP no sabe muy bien lo que es– dejarán a León y al resto de provincias menores en la estocada; es lo que tiene no tener un partido con la suficiente fuerza, qué chantajea a unos y a otros con el apoyo acérrimo de sus acólitos. El Estado nos roba, sí, pero precisamente no a los catalanes, sino a territorios como el nuestro.