19/10/2024
 Actualizado a 19/10/2024
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Seguramente ningún lector y muy pocos ciudadanos se cuestionen este hecho: la sociedad del siglo XXI es diversa, inclusiva y solidaria. Es verdad. Afortunadamente hemos eliminado barreras innecesarias y hoy son muchas más las personas que a pesar de padecer una discapacidad, carecer de recursos o encontrarse por el motivo que sea en situación de vulnerabilidad, encuentran oportunidades, manos tendidas, ayudas que en otras épocas resultaban impensables. 

Hace tan solo cien años, «medrar» de status social, mejorar tu calidad de vida si eras alguien de origen humilde resultaba harto complicado, algo casi casi imposible salvo que resultases, por azar o destino, fruto elegido por la misericordia.

Ahora hay becas, subvenciones, plazas específicas y, sobre todo, una mentalidad mucho más predispuesta a aceptar lo diferente y a incluir lo necesario; sin embargo, no podemos hablar todavía de reto conseguido. 

Por desgracia, mecanismos muy simples hacen inviable que algunos ciudadanos cuenten con los recursos mínimos para llevar a cabo cualquier trámite. La brecha digital es una de las más dolorosas, porque está situada al inicio de la cadena y si no actúa cierra muchas puertas de golpe.  

Por otro lado, la dirección que van tomando algunos sectores, como automoción o vivienda, están logrando que aparezcan cada vez más brechas en vez de ir borrándolas.

Actualmente es muy difícil adquirir un coche que cumpla con la normativa ecológica y puede realizar desplazamientos por las ciudades y un derecho fundamental de todo ser humano como lo es tener un hogar digno, empieza a ser misión imposible para familias de bajos recursos, jóvenes y algunos ancianos sin patrimonio suficiente.

La solución es compleja. Hay quienes piensan que el control de precios obrará el milagro, otros ven en esta intervención una estocada certera. Siéntense todos ya no a hablar, sino a encontrar soluciones inmediatas. Vivir es urgente.

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