23/04/2025
 Actualizado a 23/04/2025
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Con un tembleque de piernas incontenible ante la inminente entrevista de trabajo y aún más ingenuo de lo que lo soy ahora. La primera vez que pisé la redacción del periódico que tiene usted entre sus manos fue hace siete años. Cabizbajo, tal vez con las mejillas sonrojadas, pasé por las mesas de los que en unos días serían mis compañeros hasta que, doblando una esquina, al fondo, algo me llamó la atención. La atracción que siempre nos despierta el arte pudo más que mi vergüenza y, por unos instantes, alcé la mirada… Un paisano en madreñas levantaba una aijada y una mujer, que a la postre supe que era su hermana, trataba de impedir que ese anciano arremetiese a varazos contra unos guardias civiles.

Esa fotografía de Mauricio Peña, que hoy aprieta el botón de su cámara por última vez como fotoperiodista en activo, es la más icónica de los desalojos de 1987 en Riaño con motivo de la construcción del embalse. Una imagen de resistencia que es a la historia de León, lo que la foto del hombre de la plaza de Tiananmén frente a los tanques es a la historia de la humanidad.

Durante más de cuatro décadas nadie ha relatado tanto y tan bien la provincia como el objetivo de Peña. En todo caso, no quiero que estas líneas se conviertan en otro de los muchos homenajes que el fotógrafo ha recibido desde que se anunció su jubilación. Primero, porque el Insignia de Oro de León rehuye de ellos y, segundo y sobre todo, porque hoy todavía se le ve por aquí y me pueden caer unas collejas. Así que, de no loar a Mauri… al menos, hacerlo a lo que más ha querido: la fotografía.

Aunque hay quien la considera el octavo arte, la fotografía queda con frecuencia relegada ante primos hermanos como la pintura o el cine. Sin embargo, ningún otro es capaz de representar de forma tan fiel la realidad como ese instante que se captura. ¿Acaso hay enciclopedia que relate mejor la Guerra Civil que la foto de Capa de un miliciano desplomándose por una bala fratricida? ¿Y las crisis migratorias que la imagen de un bebé sirio muerto a pie de playa?

La euforia en un beso en Times Square, la miseria en un niño sudanés acechado por un buitre, todo lo inexplicable de la vida detrás de los ojos verdes de una adolescente afgana… Adoramos la fotografía porque logra lo que nosotros jamás podremos: fijar el momento, vivir para siempre.

Hoy que los obturadores se quedan ‘a media asta’, se hace inevitable volver a mi compañero para terminar esta columna. Lo siento. Como todos los artistas, Mauricio Peña también es su obra. Un paisano como el de Riaño liándose a varazos contra las nuevas formas de entender esta profesión. Esa imagen es el gran legado que nos deja a fotógrafos y periodistas… aunque, como a toda buena foto, hay que saber mirarla.
 

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