Aprovechando el festivo del día del trabajo decidimos seguir explorando las tierras campeadas por el Cid durante mi particular periplo burgalés y conocimos el Cementerio de Sad Hill, ubicado en un hermoso valle en el término municipal de Santo Domingo de Silos, construido en 1966 para el rodaje de la mítica escena final de la película ‘El bueno, el feo y el malo’. Se construyó en tres días por 250 soldados del ejercito español, más de 5.000 tumbas concéntricas que evocan con sólo acercarse el duelo entre Sentencia, Tuco y el Rubio y hacen imposible evitar tararear la célebre banda sonora de Ennio Morricone. Tras una tarde divertida, entre frases lapidarias del Rubio no podíamos acabar el día sin volver a ver la película en cuestión. Nada mejor para desconectar que un magistral western, qué relax disfrutar de la trama sabiendo desde el principio quién es el bueno, quién es el feo y quién es el malo, totalmente al contrario que en la vida real. Porque el bueno a veces es feo y el malo a veces es bueno y viceversa y todo se torna en un tremendo lío. La justicia, era tomada por la mano y la condena la soga, ahora en no pocas ocasiones la justicia se politiza para condenar a alguien sin juzgarlo y ejecutarlo en el patíbulo de los digitales y las redes sociales.
En este país podemos cuestionar todos los Poderes excepto el judicial, olvidando que está compuesto por personas, susceptibles a todo lo que nos hace vulnerables al resto y que además llevan incumpliendo la constitución cuatro años, algo que para muchos es intolerable según quien lo haga. Es impopular decirlo y sin embargo es ampliamente conocido cómo la vinculación política de algunos jueces y juezas es utilizada para deslegitimizar al contrario e incluso a su familia, como hemos comprobado, en acciones que asustan más que ver al ‘malo’ aniquilando a su enemigo, su familia y llevándose la pasta. Que finalmente no quede «en nada», ¿de qué sirve? Si el juicio ha discurrido en la calle y personalmente y políticamente ya eres un cadáver en Sad Hill. Como a todo lo que se pone de moda hablar le ponemos nombre, el ‘lawfare’ no es nuevo, es más viejo que el catarro y lo tenemos y hemos tenido más cerca de lo que pensamos. Nadie repara en el daño infringido después, ni esa justicia en la que en teoría tenemos que confiar, aunque en ocasiones se encuentren con una honestidad tan fuerte y una conciencia tan tranquila que no hay soga que lo ahorque, como al ‘feo’, para desgracia de muchos y alegría de las que necesitamos seguir creyendo en algo.
La justicia, la buena, la fea y la mala, tienen como colaboradora necesaria e imprescindible a la prensa. Hace pocos días celebramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa, lo siento, no creo que exista como tal prensa libre en la era del capitalismo voraz en la que la libertad se confunde el liberalismo, qué conceptos tan similares lingüísticamente y tan alejados en significado, y esto es terrible porque efectivamente es imprescindible en una democracia. Sí creo en los y las periodistas, en las personas que entienden la libertad como el ejercicio honesto y profesional de su oficio, porque me enorgullezco de conocer a algunos y sé que son muchos y muchas. Creo en ‘los buenos’ que acaban con el ‘malo’ y conviven como pueden con el ‘feo’ porque la vida se trata de eso de convivir, sobrevivir y a veces ver una buena peli.