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Cahier de doléances

04/06/2023
 Actualizado a 04/06/2023
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Pasó lo que iba a pasar, faltaría. El capitán a posteriori no es un invento de la pandemia; antes se llamaba torero-a-toro-pasado pero los tiempos cambian y preferimos no aludir al martirio de animales en público (que llaman ‘tauromaquia’ con eufemismo). En el país sucedió que la desaparición de un partido exangüe se repartió entre dos partidos del ala y que el sumidero de los enojados sigue creciendo y busca sin encontrar: asusta la porquería que desaloja. Pasó también que aquel partido de la ilusión se ha convertido en el del narcisismo y sus votos han acabado por no contar.

En cercanías asistimos al ascenso (aún mayor) de una opción que no acaba de mojarse ni aclararnos qué hará, lo que, obviamente, la convierte en preferible. En estos momentos mantiene la intriga sobre qué paso dará, pues no acostumbra a darlos por miedo a tropiezos. Por otro lado, la mala elección d e una candidata puso más en bandeja al otro candidato un triunfo cantado en la capital. Ocurrió algo parecido en otros lugares.

Estos resultados, sin embargo, han sido eclipsados por una convocatoria general, gesto bien que demócrata además de estratégico. Tendremos, pues, casi dos meses más de campaña, este paté no va a caducar. Meses en que denunciará la inconveniencia de convocar elecciones en verano un señor que las convocó en julio y en plena pandemia. Para ganarlas, claro, como todos. Se anticipan desmemorias y disparates. Pero de tales asuntos y otros se hablará en futuras entregas. Ahora quiero enviar una lista de deseos al alcalde de mi ciudad, lista que querría extensible a otros. Es esta. La ciudad es de los vecinos antes que de los visitantes. Con decir tanto que generan fantasiosas riquezas se olvida que los primeros viven aquí. Las calles no son un escenario ni un circuito para festejos, hay barrios, especialmente el afamado Húmedo, con graves quebrantos y tristes privaciones.

Amplíe espacios para el peatón y las bicicletas, aleje los coches y haga que los límites de velocidad no sean un adorno urbano. Será controvertido al principio, pero un éxito al fin. No tale árboles, ni les ampute: la sombra y el verde valen oro. Abra parques, instale fuentes, dé una oportunidad a la vida en la calle más allá de las terrazas y las plazas lisas de hormigón y losas. Ordoño II no puede soportar más aderezos horteras, gástese lo de su próxima reforma en arreglar los barrios y la periferia. Limpie la ciudad y, si la sequía limita el consumo de agua, explíquelo; lo entenderemos.
Ponga cordura en las expansiones festivas y celebraciones (religiosas incluidas) y, sobre todo, no se invente otra ciudad de mentiras para hacernos pasar vergüenza o generar delirios: nos sobra con la capital gastronómica, la del parlamentarismo, el copón y demás engendros: denos un mandato sin bufonadas, cuatro años de sensatez. Es esta una ciudad pequeña y agradable, no seamos fatuos. ¿Ingenuo? A estas alturas me conformo con lo elemental.
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