18/03/2025
 Actualizado a 18/03/2025
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Allá por la década sesenta, tuvo gran éxito una película, en parte rodada en España, con el título de ‘La caída del Imperio Romano’. Confieso que no la he visto, pero el título me parece sugerente. En realidad se podría hablar de la caída de numerosos imperios, como el Egipcio, Persa, Chino, Azteca… y una lista interminable. Es cierto que, a pesar de la caída del Imperio Romano, Europa, fundamentalmente inspirada en el cristianismo, no dejó de progresar considerablemente. Y han sido grandes líderes cristianos, alguno en proceso de beatificación, quienes hicieron una gran labor poniendo en marcha la Unión Europea (Schumann, Adenauer, De Gásperi…) No cabe duda que Europa ha sido un ejemplo de democracia, de bienestar, de respeto de los derechos humanos y de progreso económico y social.

La pregunta que nos hacemos o la duda que tenemos es si Europa se ha dormido en los laureles, si está en decadencia, si va derecha al fracaso y a la desaparición de lo que ha sido hasta el presente. Y donde decimos Europa podemos poner España. Hasta hace poco nos sentíamos respaldados por la pertenencia a la Otan y por la confianza en Estados Unidos, a pesar de que lo progre siempre ha sido el desprecio a los norteamericanos. Recordemos, por ejemplo, lo que supuso en su tiempo el desembarco de Normandía o, más recientemente, el fin de la guerra de los Balcanes, cuando se suplicó a Estados Unidos para que interviniera, sin tener arte ni parte en el conflicto. Pero hete aquí que la llegada de Trump al poder, con sus decisiones tan controvertidas, ha puesto en evidencia nuestra fragilidad. En principio tiene de positivo que puede contribuir a que despertemos del letargo. Pero sería un tanto ingenuo pensar que todo se reduce a invertir más en armamento.

La caída del Imperio Romano se debió, sobre todo, a la decadencia moral, una decadencia que suele originarse con una sobreabundancia mal administrada que degenera en el vicio. Y ahora corremos el mismo riesgo. La ruina vendrá por el alarmante descenso de la natalidad y por la inmigración descontrolada, en el sentido de que no defendemos nuestros grandes valores y costumbres y dejamos que otros nos impongan los suyos, al tiempo que atacan los nuestros. Eso sí, ellos tienen bastantes más hijos y nos superarán en número. Criticamos la invasión del Islam, pero nos avergonzamos de nuestras raíces cristianas. No tenemos muy en cuenta las proféticas palabras de Juan Pablo II: «Europa, vuelve a encontrarte, se tu misma».

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