El cronista debe confesar que tiene las paredes de casa llenas de dibujos y cuadros de Antón y de Higinio. Se trata, naturalmente, de Antón Diez y de Higinio del Valle, los «claraboyos» leoneses. De ambos guarda tantos recuerdos que su vida no se entendería sin la de ellos y de los otros compañeros de aquella maravillosa aventura que comenzó en León en los años 60, y que no concluyó nunca hasta que la muerte comenzó a hacer estragos entre nosotros, el rimero, y más duro, el de nuestro «jefe intelectual» Agustín Delgado.
Conviven por estas fechas en nuestra tierra leonesa dos exposiciones, de dos de los hermanos Díez Rodríguez, Luis Mateo y Antón. Los hermanos procedían de las cabeceras de los ríos afluentes con una solera de leyendas tales que su sola enumeración saciaba nuestros ensueños de narrar aquel pasado. Fue Luis Mateo quien afirmó el primero que no había nada más universal que lo provinciano, y los demás le hicimos caso. Ellos primero conquistaron la ciudad, después la tierra de Campos, hasta que Antón llegó a Valencia y descubrió el Mediterráneo.
Hasta este mar. en Barcelona, llegaron también Ángel Fierro, el gran poeta de Cármenes, Agustín Delgado, el intelecto hecho carne, y el que suscribe, un muchacho pobre y asustado. Y es de este mar del que ahora nos habla, en su exposición titulada ‘Caladeros de salitre’ el pintor Antón Díez Rodríguez que hasta enero estará en el Centro Leonés de Arte.
Antón, Higinio del Valle ,y Carvajal, eran los tres «pintores» de Claraboya. Y cuando Antón y Mari Luz se fueron a Valencia, fue constante el intercambio cultural entre ellos y los dos de Barcelona. Fruto de él hubo exposiciones, viajes, y siempre-siempre, las «tenidas» veraniegas en la montaña leonesa con inenarrables es cenas de intercambios culturales entre toda la gran masa de escritores y artistas que se mantuvieron hasta bien entrada la edad tardía. Allí, en la Garandilla, o en el pantano del Porma, nos mostrábamos los escritos, las canciones, los dibujos, rodeados por multitud de niños que ahora son nombres conocidos del gran público. (Ana Merino por ejemplo)
Pero, volviendo al Mediterráneo, no es Antón el primero de los hermanos que lo toma como motivo de su ingenio, pues ya su hermano Fernando nos hizo entrega de «Mar nuestro» un recorrido literario-histórico por aquellos lugares de este mar que se han hecho famosos en la historia de la literatura.
Un entorno que iba mucho más allá de la revista y sus directos colaboradores y que hoy se revela como un núcleo esencial de la cultura leonesa reciente. Caladeros de ingenio.