Como sabrás, el titulo corresponde a una canción de Gabinete Caligari, que expresa la importancia de los bares para los españoles. Son puntos de encuentro donde se fraguan negocios, se urden insidias, se crean amistades y se inflaman amores. Pese a lo cual, muchos han desparecido, sobre todo en las zonas rurales.
Son escasos los pueblos que de momento los mantienen, por la escasa población y falta de quién los atienda. En menor medida, también se percibe en nuestra ciudad. Muchos clásicos de toda la vida son pasado y en el presente, languidecen a duras penas, luchando por mantener sus puertas abiertas. Hicieron reformas para zonas de fumadores que luego les hicieron desmontar; han comprado mobiliario, toldos, estufas y cocinas para elaborar las tapas que son el soporte de la hostelería leonesa. ¿Imaginas cuántas horas de cocina se dedican para mantener una lista de tapas variadas, como es habitual en la mayoría de los bares de esta ciudad? Y ¿qué me dices de las largas jornadas poniendo buena cara a gente que, a menudo, es indeseable? Todo lo ha soportado la hostelería, menos el enfrentamiento con la administración.
Las razones de esta crisis son los elevados precios a causa del escaso valor del dinero, por la inflación, pero no es la única pega. Otro motivo son las restricciones administrativas y sobre todo, la fuerte carga impositiva, que anuncia el Ayuntamiento de León –y este tipo de promesas son las únicas que se cumplen–. En particular, la desorbitada subida de precios para las terrazas, que recaerá sobre los hosteleros y, finalmente, en los consumidores. Más que una maniobra recaudatoria, me da la impresión de que lo se persigue, es acabar con estos espacios y ajustar las ciudades al ritmo de Europa. Una vez sentenciados los bares, irán muriendo de forma natural. Y no es la única subida.
Hay más sorpresas de este tipo por parte del gobierno que llegarán en otoño. En cuanto a los bares, se impone el modelo de Europa –principal causa de nuestros problemas–. Los burócratas de la UE son la rueda de transmisión que mueve a este gobierno títere. Este lo transmite a las autonomías e instituciones superfluas; luego, a las diputaciones y finalmente, a los ayuntamientos sumisos al sanchismo.
Siempre creímos que el precio que pagábamos al Estado era por el bienestar de las personas, pero en el caso que nos ocupa, es para jodernos la vida. Ya somos más pobres; más solitarios, aburridos, huraños y sumisos.