Estos días, en los que nos juntamos con amigos y familiares, son muy dados a recordar tiempos pasados; y en casi todas las conversaciones se escucha un runrún (que viene a ser como un villancico de esos que ponen de fondo en todos los centros comerciales), de que «antes» todo era mejor..., o por lo menos más grande, más acogedor, más cercano.
Por ejemplo: en mi pueblo una banda de cachondos ha matado una manada de pavos que habían criado en cooperativa. Los buenos, los logrados, han pesado quince kilos, que ya es bastante; pues fue llegar al bar con uno de los bichos (el que correspondía a Jose, el camarero), y ya saltó uno de los de antaño diciendo que vaya puta mierda, que cuándo él los criaba, el que menos pesaba daba en canal veinticinco...; o como lo de las heladas que padecemos (es su tiempo, te pongas como te pongas), y que han bajado el termómetro a seis bajo cero: siempre habrá alguien que te soltará la monserga de que hace treinta años lo mínimo hubieran sido diez o doce grados negativos. Uno, que de memoria anda sobradísimo, no logra recordar la temperatura que hacía en la Navidad de 1995 y mucho menos en la de 1975, año glorioso en el que el General murió en la cama..., aunque barrunto que frío seguro que hacía. Bien mirado, lo de la subida de las temperaturas debido al cambio climático a nosotros, los leoneses nos va a venir como dios.
Una de mis mayores ilusiones es tener unos viñedos de Mencía y de Tempranillo y una bodega de vino para venderlo embotellado con dos marcas: el «Cuando puedas» y el «Curioso». ¿Qué porqué esos nombres?, pues muy sencillo: en los años que estuve envenenado el hígado a medio León, era de lo más habitual que los impacientes llegasen a la barra y te soltasen el «cuando puedas», que te sentaba como una patada en los cojones; y los más indecisos, qué al inquirirles que vino iban a tomar, te soltasen eso de «uno curioso». Pues eso, que si todo sigue como parece que va, ya me veo podando las viñas y haciendo una bodega en mi pueblo, algo impensable hasta ahora..., porque aquí hiela sin mesura; tal es así que, aunque no lo creáis, en Vegas hace más frío que en Boñar.
Los rusos, esos enemigos de la humanidad, también van a salir ganando con la subida de temperaturas y se convertirán (aunque casi lo son ya), en el granero del mundo. ¡Qué se jodan los europeos y los yanquis! ¿Por qué creéis que tratan, a toda costa, de desmembrar, de dividir a la ‘Madre Rusia’ en estados pequeñitos, inertes a sus tropelías? ¡Hombre!, pues es bien sencillo: para esquilmar sus recursos, como hicieron en África, en el sudoeste asiático o en la América hispana...
Volviendo a la nostalgia, que es como empezó todo: las batallitas de los abuelos (incluyéndome), tienen que estar presentes en cualquier conversación que se precie; sin ir más lejos, esta mañana, después de hacer el crucigrama y de haber tomado el tercer café, no sé cómo salió la movida que tuvimos hace cuarenta años los de la ‘cooperativa del seiscientos’ (cuatro incautos que compramos un seiscientos de quinta mano por treinta y dos mil pesetas, incluyendo el seguro, que estábamos hasta la peineta de volver a Vegas andando de todas las fiestas de la comarca), en un local de los que era pecado cruzar la puerta (un puticlub), sito en el barrio del Crucero, una noche gélida del invierno leonés en la que no nos dejaron entrar en la discoteca de aquel barrio por las pintas que teníamos. Resulta que, entre los cuatro, teníamos quinientas pesetas, cifra ridícula que impidió que pudiésemos llegar a algo más que tomar unas cervezas con una caterva de señoras putas que estaban muertas de aburrimiento..., y eso que lo intentaron por todos los medios. Salimos del antro sin quinientas pesetas y con una calentura que logró que el frío se convirtiera en la imagen de una playa de cualquier país caribeño en pleno estío...; no sé lo que hicieron mis colegas al llegar a casa, pero uno soñó con las Maldivas, con Bali y con la barrera de coral australiana, sentado en una hamaca, bebiendo cerveza sin parar y acompañado de aborígenes despampanantes... Un sin dios....
Próspero Merimé y salud y anarquía.