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Caminando por Ordoño sin parar

22/10/2024
 Actualizado a 22/10/2024
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Me viene este encabezamiento a la memoria al transitar por la citada avenida en el atardecer de cualquier día, una vez cerrados los negocios que, diferenciados de los que entonces existían, hoy, con nuevas nomenclaturas, nos muestran las firmas de gran prestigio, en detrimento de aquellos comercios de toda la vida, como vulgarmente se decía, que allí se encontraban.

Al hallarte con gente de la misma, o parecida edad, te resulta inevitable no tirar de los recuerdos, sobre todo de aquellas idas y venidas por Ordoño, buscando en encuentro, aunque solo fuera visual, de esos amores platónicos que, con el tiempo, la mayoría quedaron en nada.

Hoy ya no hay cines que te hagan volver la cara y pararte para ver las carteleras anunciando los próximos estrenos, aunque muchas veces no eran tan próximos, que en la entrada del cine Mari se exhibían. En competencia con la asistencia a los cines tenían lugar, y mucho éxito, los interminables paseos por Ordoño II, sin coste alguno, y que te permitían lucir las mejores galas en clara competencia con las amigas o amigos, pero, eso sí, hasta poco antes de la diez de la noche, que solía ser la hora limite de cenar, en casi todos los hogares, sobre todo para el genero femenino.

En las chicas el inicio de la mayoría de edad se ponía de manifiesto por el paso de los calcetines a las medias (creo), así como en los chicos se pasaba del pantalón corto, que te dejaba los muslos al aire libre y con color morado en aquellos duros inviernos, a los bombachos, o largos, como sinónimo de la incipiente hombría, lo cual te permitía acceder a las películas y bailes para mayores.

Que ganas de ser mayores teníamos, como si el alcanzar la mayoría de edad te permitiera ver aquello que estaba prohibido, que era casi todo, y que con el tiempo nunca entendí el porqué, no fuera que la líbido (sin saber lo que significaba tal palabra entonces) hiciera estragos en aquella juventud ansiosa de libertades.

Al hablar de los paseos por Ordoño no podemos pasar por alto la preferencia que, para llevarles a cabo, tenía la acera de la izquierda, según se va de Santo Domingo a Guzmán. Lo cierto es, que así transcurrían muchos domingos y festivos, cuando las propinas escaseaban y tenías que elegir entre cine, paseo o bocadillo.

Hoy muchas cosas y costumbres han cambiando, y los paseos, en la mayoría de los casos, se dan para mantener una figura atractiva o para seguir los consejos de los galenos de turno. Yo, cuando cruzo por el pasaje que va de Ordoño a Burgo Nuevo miro para el lado de la derecha recordando las carteleras anunciadoras de aquellas incomparables ilusiones que, sin distinción de género, constituían «las películas», anunciadas cada semana haciéndonos desear su llegada.

En definitiva, quien nos iba a decir entonces que esa famosa avenida con coches en dos direcciones y con separación medianera, con el tiempo sería espacio peatonal, salvo para excepciones justificadas. Donde el paseo podría ampliarse desde las aceras de gran amplitud, hasta la citada carretera peatonal que hoy día es utilizada por viandantes, vehículos del vecindario o de urgencias, así como por los cuestionados patinetes eléctricos, pero carente de aquellos bares y cines que te alegraban aquellas tardes, sobre todo si lo hacías en pareja mixta.

Ya sé que a las nuevas generaciones, como cada tiempo, tiene sus preferencias, y esto no les dirá gran cosa, pero, para los que las hemos conocido, que nos dejen vivir con las memorias que, sin hacer daño a nadie, nos permiten comprobar que seguimos viviendo y paseando por aquel recordado Ordoño II, como si no hubiera pasado el tiempo, aunque, en este caso, con mayor afluencia en el horario de mañana.

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