27/02/2025
 Actualizado a 27/02/2025
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Además de los versos de Miguel Hernández, aquellos que nos definían como «reyes de la minería, señores de la labranza», el calificativo que mejor nos sienta a los leoneses es el de ‘cazurros’, que, traducido al idioma del pueblo  (porque la RAE pierde el norte y nos tilda de «zafios» y «maliciosos»), viene a significar «necio», sinónimo  de «cabezón». Como en Vegas abundaban tanto y les había de todos los colores, se creó otra clasificación: «necios, más necios y camorros». Creo que ya os conté que, una vez, en un verano glorioso y seco, alguien quitó el agua a mi señor padre siete veces una noche y se inventó una coplilla: «Eres más necio que el que quitó el agua a Pipi siete veces una noche», y así quedó ‘inseculan seculorun’. Estoy en tratos, por un quítame allá esas pajas, con unos de ‘la otra ribera’. Porque en esta zona del alfoz leonés existen dos riberas: la del Porma y la del Esla. Lo de «la otra ribera» siempre fue una definición peyorativa, que sonaba casi como un desprecio...; y no debería, porque, en primer lugar, las separa un monte al que le cuesta definirse como tal monte y porque, al final, no hay cosa tan parecida en toda la provincia. Pues resulta que vinieron a Vegas a verme y, ¡claro!, acabamos en el bar..., y ahí se armó Troya: que si pago yo, que no, no, que lo hago yo... El camarero, Jose, que es del Ejido, pero se casó en Gradefes, o sea, en el otro lado, les informó en un momento de lo que había: «No lo intentéis: va a pagar él», o sea,  un servidor. Y eso que uno presume de ser el menos necio de toda la fauna local; no te digo nada si tuviesen que tratar con Rafa, con Pablo, el ‘papelines’, con José Luis, ‘el chopo’, o con Juan el de Palencia...: se desesperarían, se harían el ‘harakiri’ o se cortarían las venas con una cuchilla de afeitar. Discutir con estos amigos muy queridos a la hora de poner la guita sobre la barra es una tarea hercúlea, una proeza, lo mires por dónde lo mires. Y no es que andemos sobrados de euros, ni mucho menos, pero la ilusión y el prurito de pagar una ronda vale cualquier precio. El caso es que, a base de neciura, los de Vegas hemos conquistado el mundo y más allá: tenemos un tipo que es el que más manda en lo de la inteligencia artificial, en el Google ese, uno que es casero de la Merkel en Berlín y del Secretario de Estado americano en Miami, un montón de ‘juntaletras’ (el mayor índice per cápita de España), y gente normal que se lo curra cada día para llevar un plato de garbanzos a la mesa. Tenemos, también, la mejor juventud de toda la ribera, la más unida, la más solidaria y la más afanosa; y un bar en que nos encontramos como en casa, nunca mejor dicho, gracias a su dueña que es un crack. Todo esto hace que lo que la neciura sea un accidente circunstancial, un badén en la carretera de la vida. Pero también tenemos camorros con los que es imposible intentar llegar a un acuerdo, por lo que los dejamos ‘pá prao’. Pero tenemos claro que no tenemos que cambiarlos (misión imposible, por otra parte), porque son parte del ambiente inigualable que hay en el pueblo. Sin ellos, las partidas de mus perderían todo su interés, las cenas serían aburridísimas y las batallas que se cuentan en cualquier circunstancia, un bodrio. No os digo nada de los partidos de fútbol de la tele (casualmente casi toda esta fauna es del Barcelona), en un pueblo que tiene mayoría madridista, que manda huevos. Menos mal que tenemos, también, irreductibles de la Real Sociedad (¿se puede ser más necio?), y, para mí desgracia, sólo quedo yo del Athletic, porque el resto de los la gabarra se han muerto, la mayoría a destiempo, de mala manera. Todo esto que escribo del poblado, de mi pueblo, es extrapolable a cualquier otra comarca de la provincia, con algún matiz, con alguna diferencia...; pero, en lo esencial, todos los leoneses, incluidos los bercianos, somos parecidos, sino iguales, en lo esencial. Lo de la neciura, por lo tanto, es parte de nuestro ADN, de nuestra forma de ser, de sentir, de vivir y de morir; algo que nos hace diferentes a todo el resto de la nación, para bien y para mal..., normalmente para bien, porque ser diferentes, en un mundo cada vez más globalizado y dominado por los estúpidos de siempre, es una bendición. Salud y anarquía.

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