Desde hace siglos, y hasta no hace tanto tiempo, las campanas de las iglesias desempeñaban un papel fundamental en la comunicación en nuestros pueblos. Según fuera su sonido, su significado era uno u otro. Y todo el mundo lo sabía. Se tocaba a fiesta, a nube, a muerto… Hoy por hoy, el toque manual de campanas –que desde 2022 forma parte, dicho sea de paso, de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco– no es tan habitual, pero eso no quiere decir que, como parte de nuestra cultura que es, no se trate de potenciar y de evitar que caiga en el olvido.
Y eso es, precisamente, lo que se lleva haciendo en la localidad de Villavante –a unos treinta kilómetros al suroeste de la capital leonesa, perteneciente al Ayuntamiento de Santa Marina del Rey– desde hace décadas. Allí, hace ya casi cuarenta años –me contaban Julián Villadangos y Ceferino Fernández, con quienes tuve ocasión de charlar– se fundó una escuela de campaneros en la que se sigue aprendiendo el oficio. Fue en 1986, año en el que echó también a andar su ‘Encuentro de campaneros’, que este sábado –el primero de agosto–, día 4, y organizado por la asociación ‘Guays’, alcanzará ya su trigésima octava edición. Ahí es nada…
Unos –por lo general, los más mayores y los más pequeños– tocarán en un campanario portátil a los pies de la iglesia. Otros subirán a la espadaña, en cuya campana grande se puede leer: «Dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, siendo presidente de la junta vecinal D. Bautista Iglesias García / Villavante año 1963»; y en la pequeña: «Dedicada a la Virgen de las Candelas / Parroquia de Villavante / año 1963». Ambas se deben a «Fernando Villanueva Saenz / Fundidor de campanas / Villanueva de la Serena (Badajoz)».
Si tienes la oportunidad, no dejes de acercarte; la ocasión, desde luego, bien lo merece. El año pasado participaron 33 campaneros –el mayor con 93 años, y el más joven, con 8–, entre ellos algunos niños. Buena noticia, sin duda, mirando al futuro…