El campo masculinizado

El censo agrario de 2023 elaborado por el INE ha puesto de manifiesto, entre otras cuestiones, que el campo está masculinizado. Pues bien, como en todas las partes del mundo, si dejamos al margen la agricultura de autoconsumo de los países pobres, y da igual qué país miremos. No creo que sea necesario hacer políticas para revertir esa situación, que en sí no es mala ni es buena, lo que sí creo es que hay que hacer políticas, y se están haciendo, al menos en España, para que la mujer que quiera ser agricultora no encuentre ningún obstáculo por el camino con sesgo de género, y si hay que aplicar alguna discriminación positiva hacia ellas, como ya se está haciendo, pues la apoyamos. La agricultura, cada vez más tecnificada y modernizada, ya no es cosa de hombres jóvenes con fortaleza para hacer grandes esfuerzos físicos en unos horarios interminables, pues está, en ese aspecto, al alcance de la mayoría de las personas, incluso de muy avanzada edad, y por lo tanto la cuestión de género debería de ser algo irrelevante. Pero es verdad que las labores en el campo, para una persona sola, a veces son complicadas, por eso hay hermanos que trabajan juntos, hay parejas que trabajan juntos, y hay agricultores o agricultoras que se valen de un empleado durante todo el año o en momentos puntuales. Si todo en la vida se pudiera planificar, como en los antiguos regímenes comunistas, creo que lo que habría que promover es la agricultura llevada por un matrimonio o una pareja del tipo que sea, que es la que hicieron la mayoría de nuestros padres agricultores, porque esa sí que funcionó y funciona. Pero no nos engañemos, si en el campo trabajan dos, los recursos que se obtengan se tienen que multiplicar por dos, porque del aire nadie vive, y eso puede significar más tractores, más vacas, más máquinas, y lo que es peor, más tierras o más pastos. Y este es el problema, la dificultad de crecer para que la explotación dé para dos trabajos y para dos ‘sueldos’ con sus dos cotizaciones sociales.