A quien le disgustan, las bajas temperaturas además le acrecientan la mala uva, la disconformidad con todo y la indisposición al sacrificio en pos de nada. Esa es la explicación de manual de conocimiento del medio que puedo ofrecer para entender que el carnaval a uno como yo se la chufle lo más grande y por ello nunca se haya fijado si en algún desfile que haya pasado por delante de sus desatentas narices algún año colaron los comparsos sardina a la que enterrar una vez acabada la semana del disfraz. Y ya lo siento, porque me hubiese gustado verla, por la reminiscencia goyesca más que nada. Haciendo una búsqueda digital lo que observo es que a algunas sardinotas carnavalescas les meten fuego, supongo que en Levante, hermanándose con el espetamen malagueño pero ahorrándose el aroma pesquero.
Y si ayer en León pasó sardina espetada o en lata de cartón piedra tampoco lo puedo confirmar porque mi compromiso a la hora de asomarme a ver el desfile era solo con un grupeto de padres y alumnos, los Candyland, salidos de un cole público como agentes libres con el fin de disfrutar del carnaval no por la ambición de los premios sino más bien y solo como momento culminante de semanas y meses de preparativos intergeneracionalmente ejecutados. Otra cosa no, pero que es una fiesta abierta en la que pude todo el mundo incorporarse para sentirse el centro de atención por un rato y procurar divertimento a los que te ven (ahí clavados de frío) sin herir sentimientos no lo niega nadie del carnaval y ese es el espíritu que los Candyland y su volquete/furgoneta de dulcerío de goma eva y silicona y purpurina encarnan mejor que nadie.
También el desafío de encontrarle los guiños cinematográficos al montaje de los Candyland era tentador. No solo a la más directa ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ y sino quizá alguno también a ‘Django desencadenado’ porque así, Candyland, era como se llamaba la villa y plantación de Mississippi donde se hace un poquito de justicia sangrienta en la peli de Tarantino. Y porque más vale una apología del carameleo (aunque ponga contentos a todos los ricachos dentistas de la provincia) que un motivo chabacano de los que no escasean cuando el disfraz se hace norma, dijo la mala uva.