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El Carmen de Redipuertas

16/07/2024
 Actualizado a 16/07/2024
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Es muy difícil que llegando estas fechas no se acuerde uno de aquellos años en los que asistir, en este caso, al Carmen de Redipuertas, o al pasado San Antonio, en Cerulleda, suponía una de las mayores alegrías que se podían sentir al ver que se acercaban las mencionadas fiestas, cuando el viajar por otros lugares, no digo países, no estaba al alcance de una gran mayoría.

Veo con alegría como, casi, resulta más difícil encontrar plaza en Benidorm, que en cualquier país, de esos que otros tiempos solo se conocían en las películas, todo ello sin contar con el club de los sesenta, denominado también de «envejecimiento activo», medida de grato recuerdo que Felipe González, de la mano de la ministra socialista Matilde Fernández, puso en marcha estos viajes subvencionados desde hace más de cuarenta años para promover la vida saludable y activa de los mayores, al mismo tiempo que se ayudaba al sector hostelero en la temporada baja.

Me cuentan muchos amigos, matrimonios, solteros/as, o viudos/as, las excelencias de las que, en sus estancias, mayormente largas en otoño e invierno, disfrutaron y, todo, ello en unas condiciones económicas que en otras situaciones no hubiera sido posible.

De esta manera se disfrutó del júbilo que el estado de bienestar proporcionó. Mucha gente mayor, mayoritariamente constituida por mujeres provenientes de una sociedad machista donde los hombres éramos poco a dados a colaborar en las labores domesticas, salvo algunas excepciones, empezó conocer el significado de las palabras, «bienestar y jubilo», como sinónimo de comodidad y confort, desconocidas hasta entonces, así como lo poco que costaba disfrutar de ello, o sea, de «estar bien atendido» a mesa puesta, y en buenos hoteles, como nunca antes se había conocido.

Ahora, en la marcha hacia delante, lo de atrás allí quedo, hasta donde el cuerpo y la salud aguanten, es cuando más se recuerdan aquellas etapas pasadas en la plenitud de la vida, pero en condiciones no comparables a las que actualmente, una gran mayoría, disfrutan.

Quitando a muchas personas rondando mi edad, de las que todavía sobrevivimos, si bien la mayoría alejadas de aquellos pequeños lugares en los que se pasó una pequeña parte de la existencia, ya no se perciben aquellos recuerdos que cada uno llevamos a nuestras espaldas, y que así lo entendió el conocido gran escritor, con raíces en el pueblecito de Cerulleda, Jesús Fernández Santos, del que nunca quiso separarse a pesar de vivir en la capital de España, como así lo demostraban los continuos viajes y estancias que periódicamente realizaba hasta el citado pueblo de Cerulleda donde después adquirió el molino existente, ya en desuso, para convertirlo en su pequeño refugio de paz y de recuerdos inolvidables hasta su fallecimiento relativamente prematuro. Pocos ‘bravos’ quedan de los que Jesús conoció, salvo algunas presencias veraniegas de los llamados hijos del pueblo que, aferrados al terruño de sus ancestros, con construcciones mejoradas, se resisten al olvido.

Quiero felicitar a las Cármenes, entre las que tuve una tía donde pasé en su casa varias festividades del citado nombre y hoy a una prima con las mismas raíces que quien esto les escribe, como recuerdo permanente de aquellas fiestas en las que la escasez de medios no empañaban los días de alegría que proporcionaban las contadas conmemoraciones que durante el año tenia lugar, en compañía del cura y de la guardia civil, como garantes del orden y de la fe, mientras sonaba el tañir de las campanas de la iglesia, labor muy solicitada por la chavalería del pueblo, mientras transcurría la procesión alrededor de la iglesia, como acto de respeto y solemnidad en el día grande de las fiestas.

Todo ello aderezado con el extraordinario postre de mazapán o pastas caseras. Mi inolvidable recuerdo, en este caso, a los supervivientes de Redipuertas, allí donde se encuentre, así como a todos sus descendientes. 

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