La locución a la que me refiero en el enunciado es al antónimo de lo que en realidad quiero decir. Esta expresión, de forma despectiva, se refería a la forma de echar a alguien sin miramientos de un determinado lugar. Es corriente escuchar frases como la siguiente: «te lo he dicho mil veces», que te marches de aquí, así que «carretera y manta». También es conocido este refrán por la misma muletilla, cuando uno estaba a punto de emprender un viaje con poca preparación previa, ni planificación alguna, o lo que es lo mismo, con total improvisación sin preocupación alguna por los detalles. Me viene esto a la memoria al relacionarlo, como a muchas personas en estos días, con las altas temperaturas que venimos soportando.
De lo que no cabe la menor duda es que tanto el verano, como el invierno, facilitan infinidad de momentos que facilitan conversaciones a la sombra de cualquier lugar que nos la proporcione. ¡Esto no hay quien lo soporte! Decimos constantemente cuando nos cruzamos con alguien a las horas que más aprieta el sol, acompañado del siguiente comentario: «Yo no recuerdo un año con estos calores». La verdad es que como no soy un experto en meteorología, y lo pasado está, no tengo forma de comprobar la evolución originada por el tan escuchado «cambio climático», que los meteorólogos se encargan, a través de los medios de comunicación, de darnos unas lecciones explicativas que nos ayuden a comprender mejor la situación. Atrás han quedado aquellos sencillos casos que, a través de transportes públicos llevábamos a cabo, y que hoy en mejores condiciones dotadas de comodidades que los nuevos avances nos proporcionan. Yo soy un ferviente partidario del ferrocarril, aunque entiendo las ventajas de otros medios por tierra y aire que hoy son de uso habitual.
A tal efecto, me acuerdo de aquel inolvidable largo, es decir entre León y la costa gallega, más concretamente en Villagarcía de Arosa, donde teníamos familia que nos albergaba durante unos días, lógicamente sin coste alguno, en el mes de Agosto, y viajabas en segunda clase (o tercera, ya no me acuerdo) con asientos de madera que te dejaban el trasero cuadriculado al llegar al destino. De esta manera, y en compañía de mis primos Carlos Gutiérrez (desgraciadamente fallecido pero no olvidado) y Juanjo Natal, (antes de que este emprendiera su marcha a la marina como electro- mecánico durante tres años, al cumplir los 18), conocí el mar. Casi emulando a una frase que en una película Alfredo Landa (creo), que sorprendido al ver el mar por primera vez dijo: ¡Cuando agua!, y el acompañante, haciendo ostentación de mayor conocimiento, le dijo ¡pues debajo hay más! Concluyo diciendo que ahora la mayoría de los viajes se realizan en avión, o con vehículo propio por buenas carreteras, y con destinos entre mas alejados mejor, con pensión completa, pero sin manta. Es inevitable, llegando los meses de verano, dedicarle unos imborrables recuerdos al querido ferrocarril de La Robla, que tantos momentos de asueto dio a buena parte de la población de la ciudad. Si esto sigue así seguiré hablando del calor.