Eso es lo que se dice de alguien que, habiendo depositado en él la máxima confianza resulta que, a la que se descuidó, pudo sentir en sus carnes el frío de la traición, como vulgarmente se dice.
A lo que refiero ahora, y que está de máxima actualidad, es al comportamiento que determinados personajes han venido manteniendo en beneficio propio, tirando con pólvora ajena (nunca mejor dicho) y recogiendo los frutos de la caza con toda naturalidad.
Lo curioso es que algunos habiendo tenido todo a su alcance sin más mérito que el haber nacido o descendido de familia de alcurnia o linaje, y que ahora otros los disfrutan de aquella manera al ser esta hereditaria, hoy tengan suculentas cantidades de dinero, y en muchos casos gozando de la admiración de parte del pueblo que todavía les agasaja cuando están en su presencia.
Se habla de cientos de millones que, como si fueran lentejas, se han manejado del erario publico, o sea del común de los españoles, ocultándolo con la impunidad que la Constitución ampara basándolo en el privilegio que da el cargo para uso y disfrute, nunca mejor dicho, del que fuera rey de España, hoy emérito (mejor dicho sin merito). Cómo es posible que los devaneos amorosos con las Bárbaras Rey, Corinas, y un largo etc.) se hayan sufragado con el dinero de todos los españoles mientras los gobiernos en democracia, hayan hecho ‘mutis por el foro’ mirando para el tendido mientras otros toreaban en chalet facilitados a tal efecto. No sé que tienen algunos cargos que, una vez alcanzados, desprenden una sensación de impunidad en quienes los ostentan, solamente comparables a lo que debían de sentir los guerreros en la edad media cuando estaban protegidos por las armaduras de metal, o de otros materiales, para defenderse en las contiendas con el enemigo.
Me viene a la memoria algo que ye he comentado alguna otra vez y que, de boca de un niño que no superaría los diez años, dijo algo que, por venir de quien venía, me llamo la atención. El niño estaba acompañado de su tío y al encontrase con un amigo de la familia el cual, conociendo el desparpajo que el mencionado chaval tenía, le enseño unas monedas y le dijo: Luisín, ¿qué quieres más, la peseta o los dos reales? (estamos hablando en tiempos de la peseta) a lo que el niño dijo que los dos reales. Extrañado el amigo, sonriendo, le dijo ¿pero porque prefieres los dos reales a la peseta?, a lo que, sin dudarlo, contesto, «porque si pido la peseta no me vas a dar nada».
Ahora lo que está en el candelero es el caso Koldo, Ábalos, Aldama y la Uco, hasta donde llego. De lo no cabe la menor duda, «lo recalco», «es que ni son todos los que están, ni están todos los que son», así que, una vez depuradas todas las responsabilidades derivadas de intereses espurios, que «cada palo aguante su vela».