Imagen Juan María García Campal

Cavilar en reencontrar el alma

28/08/2024
 Actualizado a 28/08/2024
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Por qué no escribirlo: para mí, ha sido esta una semana muy emotiva. Es decir, en ella, me he emocionado hasta casi las lágrimas (aún, tristemente, me permito la necia, que no recia, costumbre hombruna de represarlas, sobremanera, en público, de ahí el casi). Sí, por qué no decirlo, ha sido una semana que, sin duda por esta represión emocional, aún más he sentido necesario el silencioso cavilar –¿septembrino, otoñal, definitivo?– como persona y osado aprendiz de escribidor, tal y cómo ya había anunciado el pasado día siete en mi texto ‘Sí, he de cavilar’.

Cómo no sentir aún más precisa esa silenciosa cavilación tras asistir a la presentación del libro ‘Alma perdida’ de José Antonio Llamas, por mor de esa virtud llamada amistad trocado a justo homenaje a su bonhomía y poética maestría. Cómo no sentir imprescindible ese cavilador silencio tras su lectura, tras su «echar la vida por la boca» y cómo no, aviado con su relectura, intentar «abandonar esta manía mía de perderme»; cómo, cuando habitando también ‘Los suburbios de la felicidad’, sin embargo, siento que «lo que tengo es mucho más de lo que yo merezco» y, peor aún, de lo que yo necesito. Cómo no sentir urgente el reencuentro con la propia alma para, de nuevo, poder «mirar atrás para soñar despierto(s)», cuando a días, a noches, a luces u oscuridades, a solas o en compañía, recuerdo los sueños tenidos y mis intentos de realización y los percibo como plúmbeos yerros no exentos de daños y perjuicios ajenos.

Cómo no urgirme a esa ineludible y callada reflexión después de honrar al privilegio de amigo Toño Morala, de escuchar de tanta boca amiga o conocida tantos de sus irrenunciables textos –«Otro mundo es posible» / «Matar todos los tiros de un pájaro», recordables, acaso salvíficos «No hay que rendirse jamás / sin regalar una lágrima a la esperanza». Cómo, cuando uno sabe tan bien lo que las palabras «rendirse» y «esperanza» significaban en boca de Toño, del amigo olivo poeta que siempre resguardó a este trepidante ciprés de lluvias, temblequeras y otras cuitas.

Cómo seguir escribiendo un día más cuando ya ni me identifico con los versos de Wislawa Szymborska «mis señas personales / son el entusiasmo y la desesperación», cuando ya sólo me ocupa –única aprehensión hecha del maestro Ángel González» «… la enloquecida fuerza del desaliento». Cómo, cuando ya no rindo gratitudes antes de rendirme a Morfeo; cómo, cuando ya no soy júbilo ante cada amanecer. Así, perdido, cómo no cavilar en reencontrar el alma. 

¡Salud!, y buena vida hagamos y tengamos.

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