Ante una pregunta de los periodistas, el ministro de Agricultura, Luis Planas, afirmó el pasado lunes en León que los bajos precios de los cereales no son consecuencia de las importaciones masivas que llegan de Ucrania, que este país no pone los precios mundiales, y que España necesita recurrir a la importación para cubrir nuestras necesidades de consumo para la fabricación de piensos. Vayamos por partes. Ucrania no pone los precios mundiales porque hay más actores, hay más países exportadores en el mundo, pero es uno de los más relevantes.
Es cierto que necesitamos de las importaciones, como es cierto que nadie ha dicho que se cierren las fronteras a lo que llega de fuera. Lo que está reclamando el sector es que Ucrania tenga unos contingentes y unos aranceles como tienen todos los grandes países productores que no forman parte de la Unión Europea, y que esos aranceles hagan que la entrada de cereal en Europa sea a unos precios que al menos igualen los costes de producción del cereal de los agricultores españoles y por extensión europeos. No es difícil de entender y es simple y llanamente llevar las cosas donde estaban antes de iniciarse, no ya esta guerra, sino la anterior, la invasión de Crimea unos años antes, que es cuando comenzaron las concesiones comerciales que ahora tanto daño nos hacen.
El campo no puede ser el que pague la guerra, al menos el que la pague en solitario, por lo que hay que hacer compatible la solidaridad con el pueblo ucraniano, que nadie cuestiona, con un reparto equitativo de las cargas, y no hundiendo un sector económico, el de los cereales (más adelante pueda haber otros), que no pueden competir con los que llegan de donde no se exige tanto requisito al productor y donde los costes de producción son muy distintos. Porque el argumento del Ministro choca con el proteccionismo que se está aplicando, por ejemplo, en los coches eléctricos que llegan de China, con aranceles de hasta el treinta y tres por ciento. La fórmula por lo tanto existe y por ahí van nuestras pérdidas, por vender un veinticinco por ciento por debajo de coste.