Ni Tesla, ni Marconi, ni Cervera, ni Popov –fuera quien fuera su inventor, que ahora lo mismo nos da– imaginaron jamás, ni de lejos, lo que iba a suponer la radio en nuestras vidas. No sé tú, pero yo, desde luego, no hay día que no la escuche. Comenzó a dar sus primeros pasos en el cambio de siglo del XIX al XX –lo hablábamos aquí mismo hace ya tiempo, a propósito de la conmemoración un año del Día Mundial de la Radio; tal vez lo recuerdes– y mucho ha evolucionado –como la sociedad misma, claro– a lo largo de su historia, sabiendo adaptarse a las necesidades de cada momento y haciéndose siempre un hueco en el cada vez más complejo mundo de la comunicación.
El pasado domingo se cumplía exactamente un siglo desde que comenzaran las emisiones de radio en España. Oficialmente, digo, tras la Real Orden del 14 de junio de 1924 –publicada al día siguiente en la Gaceta de Madrid, precursora del actual BOE– que aprobaba «el Reglamento para establecimiento y régimen de estaciones radioeléctricas particulares, presentado por la Conferencia Nacional de Telegrafía sin hilos», que permitía concesión de las licencias oportunas, identificadas con el indicativo ‘EAJ’ –las dos primeras letras hacían referencia a que se trataba de emisoras españolas, y la tercera, a que eran de titularidad privada– seguida de un número según el orden provisional de autorización.
Fue EAJ-2, Radio España –desde el número 7 de la madrileña calle Rodríguez San Pedro–, la primera en emitir con licencia, el 10 de noviembre de 1924, a las seis y media de la tarde. Cuatro días más tarde será Radio Barcelona, EAJ-1, la que inicie su actividad; y, a partir de entonces, se irán sumando más emisoras distribuidas por todo el Estado –en nuestra tierra, la más antigua es Radio León, EAJ-63, que comienza su actividad en 1934– que irán llegado cada vez a más y más oyentes.
La radio cumple sus primeros cien años entre nosotros. Y eso es motivo más que suficiente, ni que decir tiene, para celebrarlo por todo lo alto.