19/05/2024
 Actualizado a 19/05/2024
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Todos tenemos un don y el mío es encontrar cochambre en internet. Las hazañas más estúpidas, las subnormalidades más insultantes, las candidaturas más incontestables a los Premios Darwin, las músicas más horripilantes jamás compuestas y los mayores atentados a la vista que la humanidad ha sido capaz de producir. Soy como esa cigüeña que va al vertedero y entre toda la basura, entre las toneladas de plásticos retorcidos y los escombros ilegalmente arrojados, encuentra sabrosos restos animales –o, mejor aún, alguna otra criatura alimentándose de ellos–, los captura y se los lleva a sus polluelos en el nido, que reciben las piezas con graznidos de alegría.

Así me siento, cada vez que hallo una noticia absolutamente demencial, y pienso en el mejor receptor de la misma. Busco en los contactos, a veces en grupos creados ‘ad hoc’, adjunto el descubrimiento y dejo que las ondas de radio con unos y ceros hagan su magia a través de la atmósfera. Dejo pasar el tiempo y, satisfecho, espero la respuesta, invariable: “¿Se puede saber dónde encuentras estas mierdas?”. Tengo varios vertederos, donde también merodean, ciconiformes como yo, otros humanos movidos por una curiosidad basurienta. Hay muchos límites que el buen buscador de cochambre nunca debe traspasar: el principal es el de la repulsión, el asco que haga apartar la mirada de la pantalla. Eso es una agresión y una violación de la amistad y la confianza. Cuando selecciono ese clip antiguo de ‘Callejeros’ lo hago pensando en cómo se va a sentir identificado quien lo vea.

Me viene la imagen de las cigüeñas mientras, desde la ventana de la habitación donde escribo, contemplo a varias caminando, zancudas, en una pradera. Las lluvias abundantes han dejado las hierbas altas, salpicadas de grandes manchas de flores amarillas. Esbeltas y gráciles, agachan la cabeza de vez en cuando. La paciencia, sobre todo en las primeras horas de la mañana, deja recompensas y a veces se las ve levantar el vuelo con una culebra en el pico.

Me gustaría ser más como estas Ciconia Ciconia, alimentarme sólo de cosas naturales y bellas. Pero en este mundo es tal la producción de basura que resulta imposible ignorarla. Podría refugiarme en cuentos de brujería y caballeros andantes, o en la historia del arte renacentista, pero eso supondría meterse en una burbuja en la que, tarde o temprano, acaba faltando el oxígeno. Prefiero la inmundicia porque es un espejo de lo que somos; nada nos define mejor que nuestros desechos.

 

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